Editorial | El concurso más acechado

Es inevitable no plantearse cuestionamientos cuando los intereses políticos están al acecho de un cargo tan importante

Las dudas rondan el concurso para elegir al próximo fiscal general del Estado. El tinte político propio de este tipo de concursos, por lo político del ente que los organiza, da cabida a muchas preguntas cuyas respuestas se sabrán en el transcurso del proceso. El intento de dilatarlo ya enciende una primera gran alerta y más aún la forma: a través de una acción de protección que ya fue desestimada por la justicia. No obstante, las dudas son válidas: ¿qué había detrás de la pretensión del denunciante?, ¿solo dilatar el proceso o colocar una nube de suspicacias?

Es inevitable no plantearse cuestionamientos cuando los intereses políticos están al acecho de un cargo tan sensible e importante. ¿Se está ajustando todo el proceso de selección para que el perfil se ajuste a medida a alguien en particular? Es una duda razonable, porque si algo ha aprendido el ecuatoriano de los concursos actuales y pasados es que la mano política siempre juega sus cartas.

Es indispensable que estos procesos de selección, con mayor énfasis en el de la Fiscalía General del Estado, sean pulcros. Que la transparencia se desborde. Que no haya un vestigio de duda de cada paso que da la comisión seleccionadora. Es una tarea complicada, pero es la única manera de que la sociedad pueda aceptar al próximo fiscal general.