Editorial | No dejemos de vivir

La labor de las fuerzas militares y policiales en la lucha contra la criminalidad debe ser acompañada por la sociedad civil

Sí, Ecuador pasó de ser un país de los más tranquilos al más violento de la región, pero eso no quiere decir que sus habitantes tienen que replegarse en sus casas al punto de dejar de vivir su cotidianidad para convivir con la zozobra y el miedo que le imponen los terroristas.

Los ecuatorianos tienen ahora la oportunidad de ayudar a las fuerzas del orden a recuperar la tranquilidad perdida, haciendo presencia en los espacios públicos para dinamizar la economía y presionar la salida de los grupos criminales. Y hay que hacerlo ahora, cuando la presencia militar y policial está en las calles para su protección. No son los ciudadanos de bien los que deben esconderse y dejar de vivir, sino los violentos, contra los que están dirigidas las operaciones militares.

Hay que aprender de las grandes lecciones dadas por los países vecinos, Colombia y Perú, e incluso de México y España, en donde el turismo y la producción jamás se detuvieron por la irrupción de los terroristas.

La violencia no se va a acabar porque los ecuatorianos se encierren en sus casas, como si la lucha no fuese también de ellos. La declaratoria de guerra interna con la que el presidente de la República avaló la intervención militar, es solo un pilar fundamental en la lucha criminal, pero no es el único. El pueblo es el otro.