Editorial: Demos la bienvenida al sector privado

Invertir no significa privatizar, significa dejar a otro hacer, bajo reglas y supervisión, lo que el Estado no puede hacer

Toda política pública fallida requiere de reforma, y si los cambios no funcionan, lo mejor es cambiar las bases del esquema. Los evidentes malos resultados que deja un Estado gestor y administrador, en varias ramas como la energética, la petrolera, la vial, la de telecomunicaciones, deben dar pie a abrir la inversión privada en los mercados que por décadas han sido considerados estratégicos, y por ende áreas con restricciones para que entre la empresa privada.

Invertir no significa privatizar, significa dejar a otro hacer, bajo reglas y supervisión, lo que el Estado no puede hacer ante la falta de recursos económicos y personal capaz que trace mejoras en los servicios que requiere con urgencia la ciudadanía.

Además, esta ayuda podría nutrir la gestión de gobiernos locales débiles, también desprovistos de visión y herramientas, en la construcción y mantenimiento de autopistas, aeropuertos y sistemas de transporte, bajo un esquema de concesión en el que el privado invierte, construye y gestiona las obras a cambio de cobrar por eso. Después de décadas de ver a un país que se queda estancado en dotación de servicios, lo que menos debería importar es quién provea esas obras, sino que se las haga con eficiencia y que sean de utilidad para los ecuatorianos.