Editorial: La doble moral de los partidos
Ello podría ser mal visto, a menos que un político no traicione ni contradiga sus pensamientos y responda a sus conciudadanos
Los camisetazos se han normalizado. A nadie le molesta que políticos salten de partido en partido sin importar cuál es su ideología y principios (si es que los tienen), tanto, que los votantes eligen y reeligen a esos mismos políticos con diferentes camisetas. En la Asamblea es un fenómeno común a puertas de un proceso electoral. Ahora vemos, sin ningún pudor, a legisladores brincar entre bancadas con tal de asegurarse el favor del líder político y un espacio en la próxima papeleta.
Siempre que sucede esto surgen las voces que piensan que tal práctica, cada vez más recurrente, debe ser sancionada de alguna manera. Un proyecto de ley está en debate en la Asamblea justo con este cometido, sin embargo, no hay mejor sanción para un político que el desprecio de sus votantes en las urnas. Si ellos lo pusieron y ven con buenos ojos que brinque de partido en partido, con tal de que sirva a los intereses de sus votantes, puede que para ellos el camisetazo pase a segundo plano. Ello podría ser mal visto, a menos que un político no traicione ni contradiga sus pensamientos y responda a sus conciudadanos; entonces la bandera pasaría a un segundo plano; más aún en una democracia como la ecuatoriana, donde los partidos políticos son empresas electorales.
Primero hay que exigir a los partidos que cumplan su rol dentro de la democracia. Si ellos no lo hacen, peor sus miembros.