Editorial | Elección a la medida

¿Dónde están los que se rasgan las vestiduras por el derecho del voto migrante?

Un proceso electoral con clarísimas inclinaciones. Las marcadas dudas respecto al conteo de votos de las recientes elecciones presidenciales en Venezuela son el fiel reflejo de lo que es contar con un árbitro electoral de alfombra. Con esa cancha inclinada las partes aceptaron jugar, pero con la esperanza de que el resultado sería tan abrumador que hasta el referí de bolsillo sentiría demasiada vergüenza como para meterle la mano a los resultados. Sin embargo, no. No hay un ápice de ética y moral. Todo este espectáculo se dio con el aplauso de ‘veedores internacionales’, o mejor dicho, el grupo de acólitos que fueron invitados a Caracas para ‘santificar’ lo que luego fue sacado del horno. Como si la palabra de estos cachiporreros pesara más de la de aquellos observadores que fueron impedidos de volar hasta la capital venezolana. No es que pese más, es que es la palabra que el régimen, ahora atornillado al poder, quiere escuchar y quiere que el mundo escuche. Silenciaron además la voz de sus propios votantes, aquellos que fueron forzados a dejar su país en busca de días mejores para su familia y que hoy deambulan por el mundo, impidiendo que muchos de ellos ejerzan su derecho al voto. ¿Dónde están los que se rasgan las vestiduras por el derecho del voto migrante, pero cuando sus aliados impiden sufragar a los suyos en el exterior guardan silencio? Moral a la medida.