Editorial: Evitemos la corrupción vial
Las decisiones judiciales y gubernamentales deben responder no solo a reclamos de un sector sino a la ejecución de un plan
La reciente prohibición de los fotorradares ha generado una serie de complicaciones que podrían empeorar la situación del tránsito y la corrupción vial. Lo que comenzó como una medida en respuesta a las denuncias sobre el mal uso y la falta de transparencia en la aplicación de estas herramientas ha terminado facilitando la proliferación de prácticas corruptas por parte de ciertos agentes de tránsito. Sin los fotorradares, estos funcionarios ahora tienen más margen para detener vehículos arbitrariamente y exigir coimas a los conductores, aprovechándose de la falta de evidencias claras que antes proporcionaban los dispositivos electrónicos.
En este nuevo escenario se ha incrementado la discrecionalidad de los agentes de tránsito y se está creando un entorno donde las coimas se vuelven más comunes y difíciles de combatir. Urge que las autoridades busquen soluciones más equilibradas y menos susceptibles a la corrupción, junto con auditorías más estrictas que garanticen un uso adecuado y transparente. Es fundamental reforzar la formación y supervisión de los agentes de tránsito para asegurar que actúen con integridad y profesionalismo. La solución a los problemas de tránsito debe ser una estrategia integral que combine tecnología, supervisión y ética, garantizando así un sistema de control más justo y eficiente para todos los ciudadanos.