Editorial: Un exjuez indecoroso
Peor resulta, igualmente desde la ética, que un juez se dedique públicamente a polemizar con quien ha sido por él juzgado
Es cuestionable, desde la ética, que un juez se dedique al activismo en medios de comunicación o redes sociales para justificar sus decisiones, en lugar de actuar con la prudencia y decoro que exige la magistratura. La Comisión Iberoamericana de Ética Judicial considera que eso “puede constituir una manifestación implícita, pero inequívoca, de una ideología o de creencias, de modo que se pueda ver afectada su independencia o imparcialidad”. Pero peor resulta, igualmente desde la ética, que un juez se dedique públicamente a polemizar con quien ha sido por él juzgado, pues en esa forma brinda armas para que se cuestione la exigencia constitucional de imparcialidad, que es garantía inherente al debido proceso.
Lo antedicho no puede dejar de aplicarse también a quien ha abandonado sus funciones de juez para dedicarse a la carrera política, pues sus propios actos generan enormes dudas sobre si sus actuaciones en la Función Judicial respondieron a un legítimo anhelo de impartir justicia, o, por el contrario, siguiendo a la misma Comisión Iberoamericana de Ética Judicial, ha incurrido “en el despropósito de poner la función judicial al servicio de sus copartidarios o aliados políticos para obtener dividendos muy convenientes a sus aspiraciones futuras”.