Editorial | Gánsteres con título

La depuración de la Justicia no debe limitarse a lo público; los colegios de abogados y la academia deberían sancionar...

Uno de los síntomas que revelan cuánto han crecido las mafias, sobre todo las vinculadas con el narcotráfico, es la existencia de una nueva categoría de abogados que defienden a traficantes y criminales vinculados a ese delito. En Ecuador siempre existieron los abogados que defendían a corruptos y a delincuentes de cuello blanco, y por ello ganaban importantes sumas de dinero. Funcionarios públicos acusados de corrupción, estafadores, embaucadores o traficantes de tierra eran defendidos por estos abogados que lograban sus objetivos a través de coimas a jueces y fiscales, quienes se enriquecían con esos casos. En la actualidad ya no se limitan a defender a narcotraficantes y mafiosos sino que ellos mismos han mutado en criminales. De abogados pillos evolucionaron a abogánsteres, y las diferencias que los separan son inmensas, no solo por las importantes cantidades de dinero que cobran a los actores del crimen organizado, sino por la forma abierta y desvergonzada de ejercer la defensa de estos criminales, así como por la ostentación que hacen de los lujos y el estilo de vida que llevan, producto del ‘rentable’ ejercicio de su profesión.

La depuración de la Justicia no debe limitarse al ámbito público; los colegios de abogados y la academia deberían sancionar a quienes deshonran la profesión, y la ciudadanía debería censurarlos con el desdén social.