Editorial | Independicémonos de la corrupción

La corrupción se ha convertido en el nuevo yugo, un mal que se apropia de los recursos del Estado

En este nuevo aniversario del Primer Grito de la Independencia es imperativo reflexionar sobre el verdadero significado de libertad. La lucha de nuestros antepasados para liberar al país del yugo colonial debe inspirarnos a emprender una nueva batalla: la independencia de la corrupción.

El Ecuador no puede continuar siendo castigado por el yugo de los corruptos, quienes han secuestrado las instituciones públicas y desviado los limitados recursos que deberían destinarse al desarrollo y bienestar de la población. En un contexto de escasez y necesidad, cada dólar robado es una oportunidad perdida para mejorar la educación, la salud y la infraestructura, pilares fundamentales para el progreso. La corrupción es el mayor obstáculo para aumentar la productividad y construir un futuro más próspero para todos.

Moralizar al país es una tarea urgente y necesaria. No hay que permitir que la corrupción continúe siendo un mal endémico que debilita nuestra democracia y condena a la miseria a los más vulnerables. Es momento de que todos, desde las altas esferas del poder hasta el ciudadano común, asumamos un compromiso firme y decidido para erradicar este cáncer social. Solo así podremos alcanzar una verdadera independencia, una en la que la justicia, la equidad y el bienestar colectivo prevalezcan sobre los intereses mezquinos de unos pocos.