Editorial | Todas las mafias son mafias
La capacidad destructiva de las organizaciones criminales no debe medirse únicamente por su poder económico
Las mafias, sin importar su campo de acción, son una amenaza gravísima para el país. No debe hacerse distinción entre las organizaciones dedicadas al tráfico de combustibles, tierras, agua o estupefacientes, ya que todas tienen un mismo objetivo: lucrar a costa del daño a las instituciones y a la sociedad, porque no solo corrompen el orden legal, sino que generan inseguridad y vulnerabilidad en el pueblo.
Si bien todas estas redes son peligrosas, la diferencia entre ellas radica en el tipo y la magnitud del beneficio económico que logran por sus actividades ilícitas. Aquellas que generan mayores ingresos, como las dedicadas al narcotráfico o el tráfico de combustibles, suelen tener más poder y recursos, lo que les permite expandir sus operaciones y desafiar con mayor agresividad al Estado. Sin embargo, incluso los grupos menos poderosos, en términos económicos, causan un impacto devastador al fomentar la corrupción, la violencia y el despojo de recursos naturales.
Es vital que los cuerpos de seguridad del Estado luchen incansablemente contra estas organizaciones, sin subestimar a ninguna. Solo con un esfuerzo constante y coordinado será posible desmantelarlas y proteger a las comunidades que sufren a causa de sus actividades.