Editorial: Para qué mejorar la educación
¿Para qué esforzarse si para alcanzar altos cargos públicos basta con contactos y obediencia ciega a los dictámenes de los líderes políticos?
¿Por qué debería ser una prioridad para el Estado brindar educación de calidad y de vanguardia, si para nadie es realmente importante? ¿Por qué habría de optimizar el pénsum de enseñanza básica, media y superior, si no existe esa exigencia indeclinable por parte de la población? Nadie protesta porque no es indispensable. No cuando se puede llegar a ser juez, fiscal, asambleísta, sin siquiera saber hablar bien el español. ¿Para qué esforzarse si para alcanzar altos cargos públicos basta con contactos y obediencia ciega a los dictámenes de los líderes políticos, y lealtad cómplice, cualquiera que sea la circunstancia que se afronte ante el escrutinio público o la acción de la ley? La sumisión lleva a los aspirantes a ganar la connivencia de los caciques políticos, que miran hacia otro lado al incorporarlos a sus partidos o movimientos, sin tener en cuenta su falta de formación profesional, sus falencias y su ignorancia, a veces total, de los conocimientos que deberían dominar para ejercer cargos en la función pública.
Singapur, país que constituye el modelo ejemplar de superación debido a que pasó de la pobreza y la corrupción al desarrollo económico y a ser una sociedad donde priman el respeto y el orden, solo logró esta transformación cuando invirtió en educación. Ese mismo camino debe seguir Ecuador: invertir en educación integral, que incluya la formación en valores.