Editorial: La nueva Europa
La UE, aclamada durante mucho tiempo como bastión posnacional de los valores liberales, puede dejar de ser lo que ha sido
La nueva configuración política que se consolidó en las recientes elecciones para el Parlamento Europeo confirma que la Europa que se conoce desde el fin de la Segunda Guerra Mundial es otra. Movimientos, partidos y líderes que trataban de ocultar, por vergonzantes, sus verdaderas vocaciones políticas, muchas veces alineadas con los totalitarismos que fueron vencidos en la guerra, ahora ya se sienten mucho más seguros y desafiantes. La Unión Europea, aclamada durante mucho tiempo como bastión posnacional de los valores liberales desde que se la fundó en 1957, ahora no solo que será hospitalaria con el nacionalismo antiliberal, sino posiblemente un crisol para una nueva era de la política de derechas en Occidente. La votación es una lectura sombría para incondicionales centristas como el presidente francés y el canciller alemán. La locomotora francoalemana, como se la conoce, puede dejar de ser lo que ha sido desde el nacimiento de la Unión Europa. El mundo debe, entonces, empezar a mirar a Europa como algo distinto a lo que conoció durante las últimas cinco décadas. Tan distintas están las cosas, que incluso la histórica neutralidad de Suiza ha entrado en una diferente fase, aunque sea en dirección contraria a los resultados: su abierta posición a favor de Ucrania tras la invasión de Rusia marca, sin duda, una nueva tendencia. Europa ya es otra.