Editorial: El peso de la palabra presidencial

Es obligación de los ciudadanos estar pendientes y exigir una respuesta efectiva y oportuna por parte de las autoridades 

Dónde quedó el peso de la palabra presidencial. Sorprende que el primer mandatario, a través de una agenda gubernamental, demande al alcalde de una de las ciudades más importantes del país y no pase nada. Ni siquiera un breve comunicado de Contraloría sobre la apertura de algún examen especial o el aviso de alguna indagación previa en Fiscalía. Nada. La pelea entre ambos -como la de dos bravucones de colegio- convirtió una acusación relevante y transcendental para los guayaquileños en cualquier denuncia de comisaría.

En otras circunstancias (por supuesto sin rayar en lo dictatorial), las instituciones del Estado estarían actuando e informando a la ciudadanía sobre los avances de una denuncia de interés público. No es poca cosa que el presidente señale a un alcalde de, presuntamente, traficar con combustibles subsidiados con dinero de todos.

Es obligación de los ciudadanos estar pendientes y exigir una respuesta efectiva y oportuna por parte de las autoridades respecto a los asuntos de interés colectivo. Y no caer en el juego de las discusiones pueriles, de los silencios cómplices y de las cortinas de humo que solo distraen del fondo y de lo realmente importante. Ese es el juego de los politiqueros, que merman así el peso de su palabra; mas no debe ser el de los ciudadanos, que tienen el deber y el derecho de demandar respuestas y acciones.