Editorial: No estamos preparados

La falta de infraestructura y de planes de contingencia sólidos no solo afecta la rapidez de la respuesta

La vulnerabilidad del país ante los desastres naturales se ha evidenciado en numerosas ocasiones, revelando una falta de recursos económicos y logísticos, tanto a nivel nacional como local, así como una insuficiente preparación de la población, de los cuerpos de seguridad y de las entidades responsables de atenderlos.

Un ejemplo claro es la recurrencia de incendios forestales en Quito y en otras partes de la serranía ecuatoriana, sin excluir la zona costera, lo que demuestra la carencia de herramientas, equipos y vehículos necesarios para sofocar rápidamente estos siniestros. Esto plantea una interrogante crítica: ¿hasta qué punto estamos preparados para enfrentar catástrofes inevitables?

Los gobiernos locales, especialmente en áreas urbanas y rurales donde los desastres naturales son más comunes, juegan un papel crucial en la primera línea de respuesta. Sin embargo, en muchas regiones la capacidad de reacción de estos gobiernos se ve limitada. La falta de infraestructura y de planes de contingencia sólidos no solo afecta la rapidez de la respuesta, sino también la seguridad de las comunidades más vulnerables.

Para mejorar la resiliencia ante estos eventos es fundamental invertir en programas de capacitación, mejor equipamiento para los grupos de rescate y, sobre todo, en la educación de la ciudadanía.