Editorial: Promesas reales y sin oportunismo
Quienes lleguen a cualquiera de los altos cargos que se escogerán en febrero deben tener claro que su servicio es con el país
A puertas de arrancar oficialmente la campaña electoral (porque extraoficialmente se inició hasta muchos meses atrás), los votantes deben prepararse para un ‘bombardeo’ de propuestas y promesas de campaña. Algunas serán alcanzables y factibles de cumplir en los cuatro años de gestión, otras serán imposibles de concretar y otras bordearán la demagogia y el populismo. Serán 33 días de escuchar ofertas tras ofertas de todos los colores.
¿Qué se puede esperar de los 16 candidatos presidenciales, los 16 vicepresidenciales y del montón de aspirantes a la Asamblea Nacional y al Parlamento Andino? Lo mínimo es un poco de decencia y responsabilidad en sus promesas. Que se puedan concretar y, sobre todo, que pongan el interés del país y la lucha contra la corrupción en los primeros lugares de sus listas de prioridades.
Quienes lleguen a ostentar cualquiera de los altos cargos que se escogerán este próximo 9 de febrero deben tener muy claro que su servicio es con el país, y no a favor de sus conveniencias personales, ni de agrupaciones delincuenciales o de otros intereses. Son los votantes quienes los elegirán y los contribuyentes quienes pagarán sus salarios todos los meses; son a ellos a quienes se deben. Traicionar esa confianza tiene consecuencias.