Editorial: No rendirnos ante la delincuencia
La ciudadanía ya no está tranquila ni en lugares que antes resultaban infranqueables para la delincuencia
Frente al incremento exponencial de la criminalidad los ecuatorianos han adaptado su forma de vida para protegerse, en lo posible, de las cada vez más complejas situaciones que afrontan. Por ello han migrado a ciudadelas cerradas y a realizar sus compras, pagos de servicios, transacciones bancarias e incluso encuentros sociales en los centros comerciales, en busca de mayor seguridad. Pero los hechos recientes demuestran que esa creencia de que así están más seguros no pasa de ser una ilusión. Ni los muros ni las garitas han servido para detener a los delincuentes que han entrado a robar a urbanizaciones privadas en Samborondón y Daule en las últimas semanas. Tampoco la guardianía privada fue capaz de evitar el ingreso de delincuentes a un centro comercial en Quito el fin de semana pasado.
La ciudadanía ya no está tranquila ni en lugares que antes resultaban infranqueables para la delincuencia. Mucho menos en sectores comerciales abiertos, como la Bahía, en Guayaquil, donde el sábado hubo incluso tiroteos al perpetrarse un asalto.
Que la delincuencia reine y se apropie de todos los espacios es algo que Ecuador no debe permitir ni normalizar. La declaratoria de conflicto interno tiene que servir para que la fuerza pública pueda actuar con contundencia y devolverle la tranquilidad y la libertad a una población que hoy vive arrinconada y presa del miedo.