Editorial: Rolex en Perú, ¿y en Ecuador?
En Ecuador, con o sin sospechas, reciben condecoraciones que luego tienen que retirar
Unos Rolex. Sí, el uso de unos relojes de la reconocida marca ubicaron en el ojo del huracán a la presidenta de Perú y arman un debate público que sacude el sillón que ahora ocupa. Cruzando el lindero, en Ecuador, funcionarios se pavonean a los pocos meses de acceder al servicio público con zapatos de diseñador, carros de altísima gama y mansiones en los barrios de mayor plusvalía, y nadie dice nada; no pasa nada. El control es tan tibio y el sistema es tan permeable que parece una incitación a recurrir al servicio público para convertirse en nuevos ricos. No hay quién exija respuestas y esperar una de la buena voluntad de los aludidos implica estar listo para contestaciones evasivas, acomodadas o falsas.
Hay que ver el ejemplo de los políticos europeos. El presidente del Gobierno español consideró hace poco dimitir al cargo solo por la simple sospecha de corrupción en contra de su esposa. En Portugal, su ahora ex primer ministro renunció por el arranque de una investigación en su contra por corrupción.
En Ecuador, en cambio, con o sin sospechas, reciben condecoraciones que luego tienen que retirar, son protagonistas de eventos de respaldo público y hasta los candidatizan a la Asamblea para cubrirlos de ‘inmunidad’. Ser servidor público debería ser un honor, no una moneda de cambio para pagar favores políticos o tapar pillerías.