No más indefensión

Si las fuerzas del orden no logran detener la ola delincuencial, habrá que debatir urgentemente sobre mecanismos efectivos de protección.

Las iglesias y las escuelas solían ser sitios seguros en Guayaquil y sus alrededores. Era impensable imaginar un asalto a la salida de una misa o en horas de clases. La misma sensación de seguridad se experimentaba en los grandes almacenes. Pero hoy la historia es diferente. Ya no solo son los restaurantes y los domicilios. Los delincuentes roban en cualquier lugar y a cualquier hora. Y tampoco tienen consideraciones con nadie. Ni con niños ni con mujeres embarazadas, ni con ancianos.

Los guardias, impotentes, la mayoría de las veces son sometidos por los ladrones, quienes portan sofisticadas y letales armas de fuego. Y no actúan solos o improvisadamente. Ahora son bandas que operan siguiendo estrategias muy bien planificadas. Tampoco existen más los sectores seguros. Incluso Samborondón, que en su momento fue una especie de oasis, está sucumbiendo a la delincuencia con robos en viviendas en ciudadelas cerradas y a autos parqueados en estacionamientos abiertos.

La ciudadanía no puede continuar en este estado de indefensión. Si las fuerzas del orden no logran detener la ola delincuencial, habrá que debatir urgentemente sobre mecanismos efectivos de protección, tanto individual como colectiva, para la población.