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El acuerdo legislativo por la gobernabilidad de Romo y Lasso fue una bonita construcción teórica o la simple justificación de un pactoInternet

Lasso y Romo vs. la realidad

Un acuerdo legislativo para garantizar la gobernabilidad es una buena noticia.

Y el que firmaron las dos grandes bancadas de Alianza PAIS y CREO, con los pequeños bloques del BIN y el BADI, establece una agenda mínima de acciones que otorgan al Ejecutivo un balón de oxígeno para ejecutar sus políticas de gobierno. Así, con acuerdos de este tipo, funcionan las democracias. Nomás hay un problema: ese acuerdo legislativo que hoy celebran los sectores productivos es todo menos eso: legislativo. ¿Qué posibilidades tiene de prevalecer? Pues las que estamos viendo: muy pocas.

El acuerdo, en la Asamblea, fue una sorpresa. Hasta el 14 marzo, cuando César Litardo fue electo presidente, había “agendas mínimas” para todos los gustos. Elizabeth Cabezas, la presidenta saliente, se despidió entregando la suya, consensuada con los jefes de bancada de la legislatura anterior. Litardo, nada menos que en su discurso de toma de posesión, presentó otra diferente. Toda la mañana duraron las negociaciones para elegir al nuevo presidente y en ningún momento los asambleístas involucrados en el pacto de la nueva mayoría hablaron de esta, la que ahora se presenta como la agenda del nuevo acuerdo de gobernabilidad. Al contrario, hablaban sobre cuotas de poder, presidencias de comisiones, puestos en el CAL...

Cuatro horas después de consumado el pacto y posesionado Litardo, funcionarios del Ejecutivo (entre ellos el ministro de Finanzas) distribuyeron entre los medios el texto oficial del presunto nuevo acuerdo, atribuido a las bancadas de PAIS, CREO, BIN y BADI pero firmado por nadie. Ha transcurrido una semana desde entonces y los representantes de PAIS, CREO, BIN y BADI continúan sacándose los ojos por el reparto de las comisiones. Y de la “agenda mínima” siguen sin decir una palabra.

¿Quién cocinó el acuerdo? Pues aquellos que lo celebran: María Paula Romo y Guillermo Lasso. Pero Romo tuvo problemas para salvar con tapahuecos la unidad del bloque de gobierno hasta la víspera. Y, si lo logró, no fue precisamente por las bondades de una agenda mínima de gobernabilidad, pregúntenle a José Serrano. Mientras tanto, Lasso... Bueno, Lasso. El líder de CREO piensa que puede controlar a los integrantes de su bancada impartiendo línea (léase: diciéndoles cómo tienen que votar) desde su grupo de WhatsApp. Dos años de deserciones, rupturas e inconformidades por causa de esta política no le han enseñado nada y CREO, hoy, es un bloque en descomposición.

Los resultados se vieron de inmediato: con los votos de CREO, el bloque de gobierno perdió la presidencia de la Comisión de Derechos de los Trabajadores, uno de los espacios de decisión clave para apuntalar la reforma laboral y otras políticas de Estado que se vienen. Vaya acuerdo de gobernabilidad. Quizás en represalia, los oficialistas se negaron a votar por CREO en las comisiones de Educación y de Gobiernos Autónomos, como se había pactado. Entre estas y las otras, el Partido Social Cristiano, que no era parte de la alianza, se alzó con dos comisiones parlamentarias, incluida la de los Trabajadores. El acuerdo legislativo por la gobernabilidad de Romo y Lasso fue una bonita construcción teórica o la simple justificación de un pacto. Construido de espaldas a las dinámicas parlamentarias reales, no duró en pie ni siete días.