Capitalismo siglo XXI
La respuesta corta es que más posibilidades existen bajo el capitalismo que bajo el socialismo donde el Estado se apropia de los medios de producción.
Capitalismo, mercado, liberalismo y neoliberalismo son afines pero no lo mismo. El capitalismo (sistema económico) está vinculado a la economía de mercado (foro de transacciones). El liberalismo vincula al mercado, el imperio de la ley y la democracia representativa. El neoliberalismo opta por el capitalismo político pero no es, necesariamente, liberal en su concepción.
En el siglo XXI la máxima de Milton Friedman de que “el negocio de los negocios es hacer plata” debe adaptarse a las circunstancias del ente social. La reciente experiencia de Chile demuestra que la convivencia social no se limita a los indicadores económicos. El mercado es el mecanismo óptimo de producción, crecimiento y bienestar, pero como mecanismo de distribución es meritocrático, oportunista o de raigambre generacional. Es un sistema que se asimila al orden natural y premia al individuo emprendedor; no es virtuoso y, no obstante producir el mayor bienestar colectivo, las brechas de oportunidades terminan siendo profundas entre individuos, sociedades y países. La rentabilidad del capital es mayor que la del trabajo y determina las diferencias en los resultados económicos. Finalmente, a nivel individual y de grupo, la percepción de la desigualdad guarda menos relación con lo que cada cual haya alcanzado en su estación en la vida que con la percepción de lo que ha logrado el vecino.
¿Es posible mejorar la distribución en el siglo XXI? La respuesta corta es que más posibilidades existen bajo el capitalismo que bajo el socialismo donde el Estado se apropia de los medios de producción, o capta impuestos y se endeuda para sostener las castas políticas de turno. El rol del Estado debe excluir la producción de bienes y servicios, pero incluir el cuidado de los bienes públicos como el medio ambiente, la administración de justicia, la seguridad interna y externa, y la atención específica y focalizada de los grupos que, siendo vulnerables, corren el riesgo de ser excluidos en la ausencia del apoyo estatal. Tender una red de bienestar y seguridad para asegurar que el ejercicio de la libertad materialice la opción de vivir vidas dignas es una función válida del Estado. Dicho de otra forma, la fuerza del Estado debe volcarse enteramente hacia la defensa y consecución de la libertad de ser, pensar, hablar, actuar y emprender para todos. La igualdad de oportunidades es una utopía, mas no así la igualdad ante la ley y el combate a la represión de cualquier forma de discriminación social y económica por razón de sexo, raza o edad.
Los estamentos empresariales deben por ello incluir dentro de sus modelos de negocios las normas de cumplimiento para la preservación del medio ambiente, disponer de los recursos para promover el bienestar social de sus grupos referentes (empleados, proveedores, consumidores y la comunidad en general) y de instituir los regímenes de gobernanza para cumplir estos propósitos. Son inversiones redituables no solo para mitigar el riesgo de que sean impuestas a la fuerza por los gobiernos o por la presión social, sino porque la mantra de crecimiento ético y sustentable es de urgente actualidad.
Son las consignas del capitalismo en el siglo XXI.