Los habitantes de la parroquia Calderón trataban de rescatar sus pertenencias, ante las inundaciones.
Los habitantes de la parroquia Calderón trataban de rescatar sus pertenencias, ante las inundaciones.Foto: Alejandro Giler/ EXPRESO

El agua de las lluvias despertó a los habitantes de Calderón, en Manabí

La crecida de los ríos y el desbordamiento de las quebradas afectó a más de 100 familias

La madrugada de este lunes 24 de febrero de 2025 en la parroquia Calderón, provincia de Manabí, fue de angustia y desesperación. El rugido del agua invadió las casas con violencia, despertando a sus habitantes en un escenario de horror. Entre ellos, Marianita Poggi, una anciana de 70 años y con discapacidad, quedó atrapada junto a su hijo cuando el agua irrumpió en su vivienda.

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La corriente subía rápido, amenazante, y sin la ayuda de los vecinos, su historia habría terminado en tragedia. Poggi es solo una de las tantas afectadas de la inundación que golpeó a más de 100 familias en la zona rural de Portoviejo, en la provincia manabita.

La tragedia no se detuvo allí. La crecida del río San Plácido y el desbordamiento de varias quebradas convirtieron las calles en ríos y los hogares en islas de desesperanza. Calderón amaneció bajo el agua, con rostros llenos de impotencia y vías sembradas de objetos arrastrados por la corriente: fundas de chifle, mochilas, ropa, desperdicios. 

Negocios sumergidos en el agua

“Hace rato no teníamos esto. Allá por el 2016, antes del terremoto, pasó algo similar, pero hoy ha sido peor", lamentó Edison Zambrano, un vecino que observaba con tristeza a su comunidad sumergida.

Los comercios de la parroquia tampoco se salvaron. Las ferreterías y tiendas, que por décadas sustentaron a sus propietarios, quedaron cubiertas de agua. Con escobas y baldes, los dueños intentaban, en vano, sacar el líquido que seguía entrando sin piedad. "Aquí necesitamos ayuda, estamos muy afectados", pidió desesperado Héctor Intriago, dueño de un taller que vio cómo su negocio quedaba arruinado.

Héctor Moreira se lamenta por las afectaciones en su negocio, ubicado en el centro de Calderón.
Héctor Moreira se lamenta por las afectaciones en su negocio, ubicado en el centro de Calderón.Foto: Alejandro Giler/ EXPRESO
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En medio del desastre, hubo quienes buscaron adaptarse a la crisis. Luis Burgos sacó su canoa y empezó a transportar a vecinos que intentaban llegar a sus trabajos, enfrentando con valentía la tragedia que los golpeaba. Pero el caos se extendió más allá de Calderón. 

La vía principal quedó intransitable, afectando el transporte interprovincial. Los buses hacia San Plácido, Alajuela, Quevedo y El Empalme tuvieron que desviarse, complicando la movilidad de cientos de personas.

Riochico en alerta: desesperación y desamparo

A pocos kilómetros de Calderón, en la parroquia de Riochico, la historia se repitió con la misma crudeza. Ángela Alvarado y su esposo Arnaldo Zambrano, vendedores de arroz, vieron cómo el agua destruía su sustento. "No hemos podido dormir, el agua entró con todo y nos ha causado problemas en los negocios", dijo con la voz entrecortada la mujer, quien ahora enfrenta la incertidumbre de su futuro.

Elina Cevallos, otra afectada, describió el desastre con dolor. "Soy diabética, el agua entró con todo a la vivienda. Se me dañó la lavadora, la ropa quedó flotando y la refri la pudimos alzar con mi nieto". Como ella, otras 27 familias y 97 personas perdieron lo poco que tenían cuando el Río Chico desbordó con fuerza imparable.

Evacuación masiva en El Rodeo

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El sitio El Rodeo, una de las zonas más golpeadas, realizó una evacuación masiva. Familias enteras fueron rescatadas y llevadas a un albergue improvisado en una iglesia evangélica. Ahí, con los rostros marcados por el miedo y la incertidumbre, tomaron un desayuno sencillo: pan y chocolate caliente. Yaritza Hurtado, con su hijo en brazos, recordó el momento de su salida: "Salimos con lo puesto, el agua entró de repente y solo nos dio tiempo de correr".

El alcalde de Portoviejo, Javier Pincay, recorrió la zona constatando los daños. Mientras tanto, bomberos con botes inflables rescataban a quienes seguían atrapados, llevándolos a lugares seguros. 

La ayuda es urgente, la necesidad inmensa y el clamor de los afectados no puede ser ignorado. En Manabí, la lucha por la supervivencia ha dejado una marca imborrable en el corazón de sus habitantes

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