Desaparecidos en Esmeraldas
Familiares de desaparecidos marcharon este 29 de agosto en Esmeraldas.Luis Cheme

Desapariciones en Esmeraldas: La segunda provincia con más casos en Ecuador en 2024

En Esmeraldas, familias enteras viven en un limbo de dolor y esperanza, esperando el regreso de sus seres queridos

La costa de Esmeraldas, bañada por las olas incansables del Pacífico, es testigo de los silencios más oscuros que habitan en las almas de aquellos que buscan desesperadamente a sus seres queridos. En el Día Internacional de las Víctimas de las Desapariciones Forzadas, Esmeraldas, una provincia conocida por su riqueza cultural y biodiversidad, se revela como un territorio marcado por la ausencia y el dolor.

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En lo que va del año, 56 personas han desaparecido en esta provincia, según datos de la Policía, lo que la convierte en la segunda provincia con más desapariciones en el país, después de Guayas. Cada caso es un eco que resuena en los corazones de familias enteras, atrapadas en un limbo de desesperación e incertidumbre.

En Ecuador, cada día desaparece más de una persona. Entre enero y diciembre de 2023, se registraron 7.572 denuncias de desapariciones, según informes del Ministerio de Gobierno. De ese total, 6.842 personas fueron localizadas, pero 730 continúan desaparecidas, lo que significa que 730 familias siguen incompletas.

Un año de silencio, una vida en pausa

El 23 de abril de 2023, el reloj se detuvo para Teresa Ordóñez. Su hijo menor, Diego Leonel Alcívar Ordóñez, de apenas 25 años, desapareció sin dejar rastro mientras trabajaba como taxista en el cantón Quinindé, un lugar que hasta entonces era sinónimo de hogar y seguridad. Desde ese día, la vida de Teresa se ha convertido en un rosario de días contados, en una peregrinación diaria hacia la Fiscalía, buscando respuestas que nunca llegan.

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Teresa, una mujer de fe inquebrantable, ha transformado su dolor en un altar de esperanza. Su perfil de Facebook se ha convertido en un refugio digital donde cada día se suma una nueva súplica, un nuevo ruego para que su hijo regrese sano y salvo. “Dios mío, en tus manos dejo a mi hijo, no permitas que pase un día más sin él”, escribe Teresa, mientras el número de días sin Diego crece implacablemente. Hoy son son casi 500 días de ausencia, de noches en vela, de oraciones frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, donde velas blancas arden sin cesar, rodeadas de flores y globos que los amigos de Diego llevan como ofrenda.

En su hogar, el tiempo parece haberse detenido. Cada rincón guarda un recuerdo de Diego, cada objeto es una prueba de su existencia. “Es como si el tiempo aquí dentro se hubiera detenido en aquel día de abril”, dice Teresa, con los ojos enrojecidos por el llanto contenido. Junto a su esposo y sus otros cuatro hijos, cada noche se arrodillan frente al altar, suplicando por el milagro de ver a Diego regresar.

Las visitas a la Fiscalía se han convertido en un ritual doloroso. “Todos los días vamos, con la esperanza de que nos digan algo nuevo, cualquier cosa que nos permita seguir creyendo que Diego está vivo”, cuenta Gina Alcívar, hermana de Diego, aferrada a la poca información que reciben. Sin embargo, cada visita es un golpe de realidad. La esperanza, aunque frágil, sigue siendo su única compañera en esta travesía.

Desaparecido en Esmeraldas
Diego es otro de los desparecidos en Esmeraldas. Tenía 25 años.Luis Cheme

El sueño interrumpido de un joven buzo

Apenas 17 días después de la desaparición de Diego, Esmeraldas volvió a ser testigo de un nuevo caso que desgarró el corazón de otra familia. El 21 de agosto de 2023, Erick Paúl Quiñónez Álvarez, un joven taxista de 31 años, desapareció en el sector de Aire Libre, en el sur del cantón Esmeraldas. Su familia recuerda esa noche con un dolor agudo, como si las horas que siguieron a su desaparición se hubiesen congelado en el tiempo.

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Erick no era solo un taxista. Apenas unos días antes de desaparecer, el 4 de agosto, había regresado de Chile, donde completó su formación como buzo comercial. Durante cuatro meses, se había enfrentado a las frías aguas del Pacífico, con un solo objetivo en mente: combinar sus habilidades de ingeniero comercial con su nueva formación para convertirse en soldador submarino. “Era su sueño, un sueño que había estado persiguiendo durante años”, recuerda su hermana, Christel Paulina Quiñónez, con la voz quebrada.

La desaparición de Erick ha dejado un vacío inmenso en su familia. Cada 21 de mes, Christel y sus padres reviven el dolor de aquella noche fatídica. “Un maldito año, un año tan triste, un año sin tu presencia… Un año de agonía”, escribió Christel en sus redes sociales al cumplirse el primer aniversario de la desaparición de su hermano.

Sus palabras, impregnadas de una desesperación palpable, son un grito en la oscuridad, un ruego dirigido a aquellos que puedan tener información sobre el paradero de Erick. “Por favor, ponte la mano en el corazón. Hemos llorado mucho, hemos pasado momentos muy difíciles. No buscamos venganza, solo queremos a Erick de vuelta”, implora Christel, con la esperanza de que alguien, en algún lugar, tenga la respuesta que su familia tanto anhela.

El 22 de agosto de 2023, apenas un día después de la desaparición de Erick, su taxi fue encontrado abandonado en un camino de tercer orden en la parroquia rural Vuelta Larga. El vehículo, que hasta entonces había sido una extensión de su vida, estaba vacío, silencioso, como si hubiese sido testigo mudo de un destino oscuro que se llevó a su dueño sin dejar rastro. Desde entonces, la búsqueda de Erick ha sido incansable. Su familia, amigos y vecinos no han dejado de recorrer las calles, de preguntar en cada esquina, de repartir volantes con su fotografía. “No podemos permitir que su caso sea uno más en la lista de desaparecidos. Erick merece volver a casa”, dice su madre, con una determinación que desafía el paso del tiempo.

Desaparecidos en Esmeraldas
Familiares de desaparecidos se mantienen con fe que sus seres queridos volverán a casa.luis CHEME

La lucha por la justicia en un país herido

Las historias de Diego y Erick no son casos aislados en Esmeraldas. Según la Policía Nacional, en lo que va de 2024, la provincia ha registrado un aumento alarmante en los casos de desapariciones y secuestros. Las cifras son un reflejo de una realidad sombría que afecta a todo el país: según cifras del Ministerio del Interior, más de 4.000 personas han sido reportadas como desaparecidas entre enero y julio de este año en Ecuador. De ellas, 512 siguen sin ser localizadas, dejando a cientos de familias atrapadas en un ciclo interminable de dolor y desesperación.

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Lidia Rueda, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec), denuncia la falta de recursos y la inconsistencia en las cifras ofrecidas por las autoridades. “Estamos luchando contra un sistema que parece haber olvidado a nuestros desaparecidos. No hay un registro único oficial, las estadísticas no coinciden, y mientras tanto, las familias siguen esperando respuestas que nunca llegan”, afirma Rueda, cuya organización ha receptado cientos de denuncias desde su creación en 2012.

Para Rueda, el Día Internacional de las Víctimas de las Desapariciones Forzadas no es solo una fecha conmemorativa, sino un recordatorio de que la lucha por la justicia continúa. “Cada día que pasa sin que se resuelvan estos casos es un día más de sufrimiento para las familias. Necesitamos que el Estado tome medidas reales y efectivas para proteger a nuestros ciudadanos”, exige con firmeza.

Una esperanza que nunca muere

En Esmeraldas, el dolor de las familias de los desaparecidos es tan palpable como la brisa del océano que acaricia sus costas. Pero, a pesar de la incertidumbre y la desesperación, la esperanza sigue siendo una llama que arde en los corazones de aquellos que se niegan a olvidar a sus seres queridos. Las historias de Diego y Erick son un testimonio de la fuerza y la resiliencia de quienes, día tras día, luchan por mantener viva la memoria de los desaparecidos.

Mientras el sol se pone sobre las playas de Esmeraldas, Teresa Ordóñez y la familia Quiñónez rezan una vez más, cada una en su altar, esperando que el próximo amanecer les traiga la noticia que tanto anhelan: el regreso de Diego y Erick a casa. Porque en esta tierra de ausencias, la esperanza es lo último que se pierde.

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