Fe y tradición sobre el río Quinindé en honor a la Virgen de Rosario
La procesión náutica en homenaje a la patrona por los milagros recibidos
La brisa fresca del amanecer acaricia las aguas tranquilas del río Quinindé, que, como un espejo, refleja el sol naciente y la exuberante vegetación que lo rodea. En la orilla, el bullicio comienza a tomar forma; los habitantes del Recinto Venado y los alrededores se preparan para una de las tradiciones más esperadas del año: la procesión náutica en honor a la Virgen del Rosario de Agua Santa.
Una devoción que ha cobrado vida en los corazones de los creyentes, comenzando por Ana María Moreira y Jorge García, quienes, hace algunos años, decidieron llevar a cabo este homenaje flotante.
Los primeros rayos del sol iluminan los rostros sonrientes de los devotos que, con vestimentas coloridas, se agrupan junto a sus canoas y embarcaciones. La música de la marimba se mezcla con el sonido del agua, creando una atmósfera festiva que contagia a todos los presentes. El ritmo del bombo resuena en el aire, marcando el compás de la fe colectiva.
Los hombres y mujeres, con ojos brillantes y corazones rebosantes de emoción, se preparan para una travesía que no solo es física, sino también espiritual.
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Al acercarse la hora del inicio, las canoas se alinean, cada una decorada con flores frescas y cintas brillantes. “Este año, hemos traído rosas blancas y amarillas, que son las favoritas de la Virgen”, cuenta con orgullo Doña Rosa Mera, una anciana del pueblo, mientras coloca cuidadosamente un ramo en la proa de su embarcación.
Su rostro surcado por el tiempo refleja años de devoción y respeto. “La Virgen ha hecho tantos milagros por nosotros. A mi hijo lo curó de una enfermedad que lo tuvo en cama durante meses”, añade con voz entrecortada, la emoción apoderándose de ella.
La procesión inicia con el sonido de un silbato, y las embarcaciones zarpan en un estruendo de risas y cánticos. Las aguas del Quinindé parecen vibrar al compás de la música, mientras los participantes comienzan a entonar canciones de alabanza a la Virgen. Las voces llenas de fervor, se elevan en un canto que se mezcla con el susurro del río y el canto de las aves que observan desde las copas de los árboles.
En medio de este mar de emociones, los rostros de los asistentes revelan historias personales de milagros y devoción. Carlos Castro, un joven que rema con entusiasmo, comparte su testimonio: “La Virgen me ayudó a encontrar trabajo después de meses de incertidumbre. Desde ese día, nunca dejo de venir a la procesión”. Su sonrisa es contagiosa, y sus ojos brillan con la luz de la fe renovada. “Es una forma de agradecerle por todo lo que hace por nosotros”, concluye, mientras agita la mano al ritmo de la marimba.
La travesía avanza a lo largo del río, y a cada instante, la belleza del entorno se despliega en su esplendor. Las montañas verdes se alzan majestuosamente, y los rayos del sol juegan entre las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras que hipnotiza a los presentes. En cada remada, hay un eco de gratitud hacia la Virgen, una conexión palpable que trasciende lo físico.
Finalmente, después de un recorrido lleno de emoción y fervor, la procesión llega a su destino en el sector de Venado. La llegada se convierte en un estallido de alegría. Los devotos desembarcan con fervor, y en el aire se percibe un sentimiento de comunidad y unidad.
El sonido de la marimba se intensifica, y los bailes tradicionales danzan al ritmo del bombo, mientras los hombres y mujeres se abrazan, celebrando juntos la llegada de la Virgen.
Ana María y Jorge, los fundadores de esta hermosa tradición, se encuentran entre la multitud. Sus ojos se encuentran, y una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus rostros. “No hay palabras para describir lo que siento al ver a tanta gente unida por la fe. Esto es solo el comienzo, queremos que esta tradición siga creciendo”, dice Jorge con orgullo.
La misa en honor a la Virgen se lleva a cabo en un ambiente cargado de emoción. La imagen de la Virgen del Rosario, adornada con flores y velas, brilla intensamente. Los rezos resuenan, y las historias de milagros se comparten en voz alta, llenando el aire de una fe palpable. Las lágrimas de alegría y gratitud brotan en los rostros de los devotos, cada uno con su historia de fe y esperanza.
Al caer la tarde, el ambiente festivo se transforma en un canto a la esperanza. Las luces de la celebración parpadean y la marimba sigue sonando, mientras la comunidad de Venado se une para festejar no solo a su Virgen, sino a la vida misma.
La procesión náutica del Rosario de Agua Santa se convierte en un símbolo de unidad, un recordatorio de que, incluso en tiempos difíciles, la fe y la tradición pueden iluminar el camino hacia adelante. La devoción a la Virgen resuena en el corazón de cada participante, y con cada nuevo año, la promesa de milagros y esperanza florece en las aguas del río Quinindé.
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