
Festival de semillas en Macuma: shuar preservan saberes ancestrales en la Amazonía
Con el intercambio, los shuar conservan la selva y los bosques en la Amazonía
En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, la comunidad de Macuma revive los conocimientos ancestrales del pueblo shuar con un festival de intercambio de semillas y saberes. Una jornada donde la bioeconomía florece de la mano del bosque y sus guardianes.
La neblina aún reposa sobre los árboles cuando las primeras familias llegan con canastos llenos de semillas, raíces y hojas. En Macuma, cabecera parroquial del cantón Taisha, Morona Santiago, no hay prisa: el tiempo lo marca la selva y el canto del ave que anuncia la mañana.
No es un día cualquiera. En el marco del proyecto ‘Tarimiat Pujutai Nunka’ - TPN, impulsado por el Gobierno Provincial de Morona Santiago, Naturaleza y Cultura Internacional, WWF, Nashe y la Confenaie, se celebra el Festival de Intercambio de Semillas y Saberes. Una fiesta donde la tierra y la memoria caminan juntas.
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“El bosque nos enseña a vivir. Cada semilla que intercambiamos es una historia, un conocimiento que no queremos que se pierda”, dice con voz firme Yunkuat, uno de los sabios shuar. Él ha traído semillas de chonta, papa china y guayusa, envueltas en hojas secas como lo hacían sus ancestros.
A su lado, mujeres de rostros pintados con achiote ofrecen porciones de yuwi (chicha de yuca fermentada), cocinan en fogones de barro y reparten con orgullo platos de ayampaco envueltos en hojas de bijao. “La gastronomía no solo alimenta el cuerpo, alimenta el alma. Aquí enseñamos a los niños cómo preparar los alimentos del monte, cómo respetar a los espíritus de la selva”, dice Maritza Nantip, quien ha transmitido sus saberes culinarios a tres generaciones.

En cada rincón del evento se percibe el pulso de una comunidad viva, resistente, profundamente conectada con su entorno.
Hay charlas sobre la importancia de conservar el bosque, talleres de medicina ancestral y cantos rituales que invocan la protección del territorio.
Una semilla, una historia
Un grupo de jóvenes, vestidos con túnicas tradicionales, realiza danzas guerreras alrededor de un árbol sembrado en el centro del festival. “Es el árbol del futuro”, explica Arutam, uno de los asistentes del festival donde se comparten las semillas.
“Simboliza que nuestra cultura sigue creciendo, que nuestras raíces son fuertes y no van a ser cortadas por el olvido”, recalca.
La bioeconomía aquí no es una teoría: es práctica diaria. Se habla de sostenibilidad desde la cosmovisión shuar, donde la tierra no es un recurso, sino una madre que se cuida se escucha y se honra. El festival permite visibilizar cómo los saberes tradicionales pueden convivir con iniciativas contemporáneas de conservación.
“El Tarimiat Pujutai Nunka (compartir semillas) busca precisamente esto: proteger el bosque, fortalecer las economías comunitarias y mantener vivos los conocimientos que han sido transmitidos de abuelos a nietos”, expresa un representante del Gobierno Provincial de Morona Santiago. “No se trata solo de conservar especies, se trata de conservar formas de vida”.

“El Tarimiat Pujutai Nunka (compartir semillas) busca precisamente esto: proteger el bosque, fortalecer las economías comunitarias y mantener vivos los conocimientos que han sido transmitidos de abuelos a nietos”, expresa Luis Huilcapi, representante del Gobierno Provincial de Morona Santiago. “No se trata solo de conservar especies, se trata de conservar formas de vida”. dijo Huilcapi.
Los sabios shuar intercambian semillas y conocimientos ancestrales en el festival de Macuma, fortaleciendo la bioeconomía y la seguridad alimentaria en la Amazonía ecuatoriana. Ellos buscan que estas semillas se extiendan por toda la selva.
En el festival, a medida que el día avanza, se tejen alianzas, se comparten semillas de ají, cacao y zapallo.
Cada semilla entregada lleva el compromiso de ser cuidada, sembrada y protegida. Al final, cuando el sol se oculta detrás de la selva, los participantes se despiden con abrazos, cantos y la promesa de volver a encontrarse.
“Hoy hemos sembrado más que plantas. Sembramos esperanza, dignidad y futuro”, concluye Maritza Nantip, mientras sostiene en sus manos una calabaza con semillas para ser plantadas.
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