
El legado de las cantoras de barrio: una tradición en peligro de extinción
A las nuevas generaciones ya no les llama la atención esta costumbre
La tradición de las cantoras en los barrios de Latacunga se mantiene viva gracias al esfuerzo de un grupo de mujeres que, desde su infancia, han dedicado su voz y devoción a los rezos y ceremonias religiosas. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta costumbre enfrenta el riesgo de desaparecer ante la falta de nuevas generaciones que deseen asumir el legado.
Consuelo Chuquitarco recuerda cómo se inició en el canto desde su niñez. “Desde que era pequeña, mis padres me llevaban a misa y a los recorridos de las imágenes. Cantaba porque ellos me decían que lo hiciera, y así fui parte de un grupo de cantoras liderado por la señora Antonia Chuquitarco”, comentó. Su trayectoria la llevó a cantar en la iglesia de San Francisco y en diversos actos religiosos, siempre bajo la guía de importantes maestros de capilla como Segundo Cevallos y Ángel Segovia.
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Olga Cayo, otra de las guardianas de esta tradición, explicó que el repertorio de cantos se elige según la ocasión. “Durante la Cuaresma, cantamos lo que compagina con la pasión de nuestro Señor. En mayo, los cantos están dedicados a la Virgen, y en Navidad, a los niños”, detalló. Sin embargo, advierte que cada vez menos personas se suman a esta práctica. “Las cantoras se están acabando. He intentado acoger a nuevas señoritas, pero se van. Por eso, a veces solo quedamos dos o tres en los recorridos”, lamentó.

Rufina María Chiluisa, con 77 años de edad, también forma parte del grupo de cantoras. Recordó que inició en los rezos desde los diez años, inspirada por su hermana mayor. “Dios nos da la salud para seguir participando en los rosarios con nuestros cantos”, afirmó. No obstante, reconoce que con el tiempo la práctica ha cambiado. “Si nosotros no venimos, ya no hay quien cante. Antes andábamos en grandes grupos, hoy apenas quedamos unas pocas”, reflexionó.
Por su parte, Lourdes Guamangallo, otra habitante del barrio Chan señaló que factores como la inseguridad y las responsabilidades laborales han reducido la participación en los rosarios. “Antes, diciembre y enero eran meses de alegría, con cantos y risas. Ahora, por miedo a la delincuencia, muchas personas ya no salen a las procesiones”, explicó.
Por ejemplo, y en este momento que se vive el tema de inseguridad los asistentes a las rogativas que visitan cada uno de los hogares de los habitantes del barrio, piden a Dios que los proteja que no les roben sus animales y sobre todo vivan en paz.

Pese a los desafíos, Luis Chuquitarco, presidente del grupo de acción católica del barrio subrayó la importancia de mantener viva la fe y la tradición. “Nosotros hemos querido conservar lo que nuestros antepasados nos enseñaron. Cada año, en mayo, realizamos una peregrinación con las cantoras y los vecinos.
Esta es una costumbre única en nuestro barrio”, afirmó. Destacó que, a pesar de la pérdida de interés entre los jóvenes, algunos aún se suman a las visitas a los domicilios y rezos comunitarios.
Los habitantes del barrio coinciden en que la tradición de las cantoras es un pilar fundamental de su identidad cultural y religiosa. Sin embargo, el desinterés de las nuevas generaciones podría significar su eventual desaparición. “Esperamos que no se pierda, porque es una tradición hermosa que nos une como comunidad y fortalece nuestra fe”, concluye Chuquitarco.
La Tradición del Jesucristo del Gran Poder en el Barrio
Cada año, en el mes de mayo, el barrio celebra la festividad en honor al Jesucristo del Gran Poder. Esta celebración comienza tres meses antes con una peregrinación en la que los habitantes recorren las casas del sector, llevando las imágenes religiosas y rezando el rosario.

El recorrido es acompañado por un grupo de cantoras, compuesto en su mayoría por mujeres que han heredado esta tradición de sus familias. Además, jóvenes del barrio se suman a las oraciones y cánticos, demostrando que la fe sigue viva entre las nuevas generaciones.
Luis Chuquitarco, presidente del grupo de acción católica del barrio, resalta la importancia de esta práctica en la comunidad. “Estas visitas no solo fortalecen nuestra fe, sino que también permiten que los vecinos se conozcan y se apoyen mutuamente. Es una forma de unirnos y compartir nuestras preocupaciones”, señaló.
La tradición se mantiene viva gracias al compromiso de los moradores, quienes han heredado esta devoción de sus padres y abuelos. “Desde pequeños hemos participado en los rosarios, acompañando a nuestros familiares. Ahora, somos nosotros quienes seguimos con esta costumbre y esperamos que no se pierda”, expresó Chuquitarco.
El recorrido abarca casi todas las casas del barrio, incluyendo las de vecinos nuevos que se han sumado a la festividad. “Muchos de los recién llegados también reciben a las imágenes y participan activamente. Eso demuestra que esta tradición sigue siendo una parte fundamental de nuestra identidad”, concluyó el dirigente.
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