José Quiñónez Corozo,, artesano
José Quiñónez Corozo, conocido cariñosamente como 'La Pampa', es un verdadero símbolo de la cultura afroesmeraldeña.Luis Cheme / Expreso

'La Pampa', el genio de las maracas en Esmeraldas

El artesano con su arte mantiene viva las tradiciones culturales de su tierra

Al llegar al parque central 20 de Marzo en Esmeraldas, la calidez del sol tropical envuelve a quienes pasean por sus senderos. Niños juegan cerca de fuentes que brillan bajo la luz, y vendedores ambulantes ofrecen sus productos, creando una sinfonía de colores y sonidos. En medio de este bullicio, José Quiñónez Corozo, conocido cariñosamente como 'La Pampa', se convierte en un verdadero símbolo de la cultura afroesmeraldeña, aunque su figura pase desapercibida para muchos.

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Si uno se atreve a preguntar por 'La Pampa', las respuestas son inmediatas: "Ah, el genio de las maracas. Lo encontrarás en la esquina, cerca de la iglesia." y así, entre murmullos y risas, la gente señala la dirección de un hombre que ha hecho de la creación de maracas no solo un arte, sino una forma de vida que abraza y perpetúa las tradiciones afrodescendientes de su tierra.

Quiñónez, un hombre de complexión delgada y piel negra, lleva consigo la sabiduría de sus ancestros. Su rostro, surcado por líneas que cuentan historias de trabajo arduo y alegrías compartidas, se ilumina cuando habla de su arte. Cada maraca que crea es una extensión de su ser, un homenaje a las tradiciones que han marcado su vida.

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Con su destreza artesanal, toma un pequeño calabazo, también conocido como mate verde, y lo transforma en un instrumento vibrante que no solo suena, sino que también cuenta historias. "Cada maraca que creo lleva consigo el ritmo de mi gente, la alegría de nuestras fiestas y la memoria de nuestros ancestros. Hacer maracas es mi manera de mantener vivas nuestras tradiciones”, dice 'La Pampa'.

maracas
José Quiñónez, con su destreza toma un calabazo, también conocido como mate verde y lo convierte en un instrumento de sonido.Luis cheme / Expreso

En su pequeño taller improvisado, que a menudo se ubica en una sombra fresca del parque, el artesano trabaja con un metal que él mismo denomina 'compás". Este trozo de material es su aliado, el complemento perfecto para el calabazo que se convierte en maraca. Su técnica, aprendida de sus antepasados y perfeccionada con años de dedicación, permite que cada pieza tenga un diseño único, reflejando su inspiración personal.

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Las maracas no son solo instrumentos; son objetos llenos de vida, que transmiten ritmos y culturas. El hombre las adorna con colores vibrantes y patrones que evocan la rica herencia de la comunidad afroesmeraldeña. "La maraca no solo suena; habla. Cada golpe es una historia, cada ritmo es un latido de nuestra herencia, quiero que todos escuchen lo que tengo que contar", reflexiona.

Las manos de La Pampa son un reflejo de su vida y su arte. Manos trabajadoras, surcadas por surcos profundos que cuentan historias de esfuerzo y dedicación. Los dedos, fuertes pero delicados, parecen danzar con gracia mientras manipula el calabazo y el metal, creando maracas que vibran con vida. Las uñas, a menudo manchadas de colores de pinturas y materiales, son testigos de innumerables horas dedicadas a su oficio.

Tradiciones 

Cada línea y callo en su piel habla de las tradiciones que ha aprendido y perfeccionado a lo largo de los años, mientras que su toque cuidadoso y preciso infunde a cada instrumento un pedazo de su alma, haciendo que cada maraca no sea solo un objeto, sino una extensión de su identidad.

El artesano de las maracas
Las maracas no son solo instrumentos; son objetos llenos de vida, que transmiten ritmos y culturas.Luis Cheme / Expreso

El sonido de sus maracas resuena no solo en las fiestas locales, sino que ha viajado mucho más allá de las fronteras de Ecuador. Turistas y amigos que visitan Esmeraldas regresan a sus países con este arte en sus manos, llevando consigo un pedazo de la esencia esmeraldeña. Colombia, Chile, España y Estados Unidos son solo algunos de los destinos donde sus maracas han dejado una huella. “Cada vez que alguien lleva una de mis maracas a su país, siento que parte de mi alma viaja con ellos”, comenta La Pampa con un brillo en los ojos.

De lunes a jueves, se puede encontrar a 'La Pampa' en el Parque Central, donde vende su arte con una sonrisa contagiosa. Sus precios son accesibles, con pares de maracas que oscilan entre 12 y 15 dólares, lo que las hace aún más atractivas para los visitantes. Pero es durante los fines de semana, en la carretera que lleva a Atacames, donde La Pampa muestra su verdadero espíritu de trabajo, vendiendo no solo maracas, sino también otros objetos hechos con calabazo, como flautas y adornos. Allí, en el bullicio de la vida cotidiana, su voz se mezcla con el sonido de las olas que rompen en la costa, creando una sinfonía única que representa la vida en Esmeraldas.

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Para 'La Pampa”, cada maraca cuenta una historia. Desde los momentos de alegría en las celebraciones familiares hasta las danzas tradicionales que han resonado a través de generaciones, su arte es un puente entre el pasado y el presente. Él es un custodio de las tradiciones afro, un legado que se niega a desaparecer en un mundo que avanza rápidamente hacia la modernidad. "Mis maracas son mis raíces, son la música de mis ancestros que vive en cada sonido", dice con convicción.

A medida que la tarde se va convirtiendo en la noche y las luces del parque comienzan a encenderse, Quiñónez sigue trabajando, su habilidad y pasión evidentes en cada movimiento de sus manos. La gente que pasa no siempre se detiene, pero los que lo hacen se llevan consigo un pedazo de Esmeraldas, un eco de su cultura, y tal vez, una parte del alma de José Quiñónez Corozo,, el genio de las maracas.

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