Pesebre tejido a mano, una obra de amor y fe en Latacunga
La creadora tardó 40 años en hilar cada una de las piezas
En el corazón de Latacunga, entre calles llenas de historia y el imponente paisaje andino, se resguarda un tesoro único: un pesebre completamente tejido a mano, que cuenta pasajes bíblicos con un nivel de detalle asombroso. Este trabajo artesanal, realizado con amor y paciencia por la señora Nachita Campaña de Hernández, es más que una obra de arte; es un legado familiar que late con vida propia.
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Leer másNachita dedicó más de cuarenta años a este proyecto. Cada figura, cada árbol, cada diminuta piedra tejida con esmero, refleja su devoción y su creatividad. Hoy, su sobrina, Rosita Campaña, cuida de esta joya familiar con la misma pasión que heredó de su tía.
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"Cuando era joven, recuerdo que el pesebre no estaba completo. Solo había algunos pasajes. Mi tía lo iba ampliando poco a poco, siempre con paciencia y amor", cuenta Rosita con una sonrisa llena de nostalgia.
El pesebre no solo es un homenaje a la Navidad, sino también una representación de los momentos más importantes de la vida de Jesús. Entre las escenas destacan la Anunciación, la visita de María a Isabel, el nacimiento de Cristo y episodios como la carpintería de José o la huida a Egipto.
UNA HISTOIRA TEJIDA EN CADA HILO
"Mi tía era muy detallista. Por ejemplo, los árboles son específicos: hay sauces llorones, jacarandás, y cada uno tiene su estilo único. Hasta las chacras con choclos y gallineros parecen sacados de la vida real", describe Rosita mientras señala los delicados tejidos.
La historia detrás de esta obra es tan fascinante como el pesebre en sí. Nachita, quien era esposa de un militar, encontró en el tejido una forma de expresión y un refugio espiritual. Dedicó años a crear algo que no solo reflejara su fe, sino también su amor por los pequeños detalles de la vida cotidiana.
Antes de fallecer, Nachita decidió que su sobrina Rosita sería la heredera de este tesoro. Pero lo hizo con una petición especial: que mantuviera la esencia del pesebre y no añadiera nada que no fuera tejido.
"Me lo dijo claramente: 'No pongas nada que no sea tejido'. Y así lo he hecho. Respeto su legado porque sé cuánto le costó hacer esto", asegura Rosita, emocionada al recordar las palabras de su tía.
Desde entonces, este pesebre ha permanecido en su hogar, donde cada Navidad se convierte en el centro de atención. Sin embargo, hay una regla inquebrantable: nunca se desmonta.
Solo una vez, durante la erupción del volcán Cotopaxi en 2015, tuvieron que moverlo temporalmente. "Cuando el río Cutuchi representó un peligro, evacuamos todo a Quito. Pero en noviembre ya estaba de regreso, y lo volvimos a armar como siempre", recuerda Rosita.
Cuidar una obra de más de cinco décadas es un reto constante. Rosita ha desarrollado técnicas para mantener el pesebre en perfecto estado. "Uso esponjas y desinfectantes, pero hay partes que no se pueden tocar mucho. A pesar del polvo y los ácaros, sigue intacto, libre de polillas y como nuevo", explica con orgullo.
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Leer másEl pesebre no está abierto al público general, principalmente por razones de seguridad. Sin embargo, Rosita ha permitido que familiares, amigos y personas cercanas lo vean. "Antes de la pandemia, en un año llegaron a visitarlo unas 300 personas. Ahora soy más cuidadosa, pero quienes lo ven quedan maravillados", dice.
Para Rosita, la Navidad siempre ha sido especial. Su hogar está lleno de adornos navideños que ella misma coloca con cariño, pero nada se compara con el pesebre. "Decoro toda la casa, me encanta la Navidad. Pero el pesebre es lo que más significa para mí, porque tiene historia, amor y el esfuerzo de mi tía", comparte con una calidez que ilumina sus palabras.
Este pesebre no sólo representa la fe de una familia, sino también una lección sobre el tiempo, la paciencia y el valor de conservar las tradiciones. En un mundo donde todo parece efímero, este tejido monumental es un recordatorio de que las mejores cosas se construyen poco a poco, con amor y dedicación.
Cada Navidad, mientras las luces iluminan los rincones de la casa de Rosita, el pesebre brilla como un símbolo de esperanza. Sus hilos no solo cuentan historias bíblicas, sino también las de una familia que ha sabido honrar y preservar un legado que trasciende generaciones.
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