El aroma y sabor del chocolate conquistan a los visitantes extranjeros en Quito

Aromas, texturas, sabores y variedades del mejor cacao del mundo, el ecuatoriano, ofrecen chocolaterías especializadas, ubicadas en el Centro Histórico de Quito. Ahora, a la degustación del chocolate en la capital se le denomina como una ‘experiencia’ sensorial, emocional, inclusive sensual.

El casco colonial se ha convertido en un punto clave para el chocolate ecuatoriano artesanal, caracterizado por su sabor distintivo, su proceso orgánico y trazabilidad completa, desde la siembra del cacao hasta el producto final.

Le invitamos a leer: La Mariscal: alquileres elevados persisten pese al abandono y la inseguridad

Los dueños de las chocolaterías se involucran directamente en cada etapa. Ofrecen degustaciones semanales, llegando hasta 70 por semana, en su gran mayoría solicitadas por turistas.

La promoción se basa principalmente en el ‘boca a boca’, la conexión con agencias de viajes o por medios digitales. Incluso, algunos locales se dan el lujo de trabajar a puerta cerrada.

El chocolate artesanal se ha convertido en un atractivo turístico auténtico y personalizado. El valor por barra oscila entre los $3 hasta los $460, como es el caso de la marca TO´AK.

Nuevas experiencias con el chocolate

Un recorrido por tres de las variadas chocolaterías ubicadas en el perímetro del Centro Histórico abre la puerta a un mundo de nuevas experiencias, donde se destaca el orgullo por ‘lo nuestro’, el sumo respeto por el agricultor, el comercio justo y la honestidad acerca de todo el proceso de producción.

Cristina Báez, propietaria de Chez Tiff Artesanal, ubicado en la calle García Moreno, dice que su negocio trabaja directamente con los agricultores y fincas para garantizar un producto 100% orgánico.

La honestidad en la trazabilidad es clave. “Cada barra de chocolate tiene un origen del cacao y un origen del ingrediente extra. La producción masiva de chocolate pierde identidad, mientras que los pequeños chocolateros apuestan por un comercio directo y justo, manteniendo la esencia de cada gramo de cacao”, menciona.

En este sentido, según Báez, es importante conocer al ‘papá y mamá’ del cacao. Tener la certeza de brindar un producto sin agrotóxicos, que pueda certificar su pureza. Este modelo garantiza un producto ético, diferenciado y sostenible.

“El cacao ecuatoriano tiene una historia rica y única, por eso es considerado el mejor del mundo”, explica Daniel Pinto, gerente de ventas de Yumbo Chocolate, un espacio con una ubicación privilegiada que permite contemplar la plaza de San Francisco desde sus ventanas. Ecuador es la única región donde se pude cultivar el ‘cacao arriba’, una denominación de origen que lo coloca en la cima de la calidad mundial.

El establecimiento de Pinto opera a puerta cerrada, con 70 degustaciones semanales, a las que acuden mayoritariamente extranjeros. Se ven obligados a priorizar la seguridad de sus clientes, en un contexto donde este tema se ha convertido en una preocupación constante para las empresas.

Degustaciones con el producto

La chocolatería Riqueri, situada frente a la monumental iglesia de La Compañía, ofrece experiencias únicas alrededor del chocolate, según su propietario, Manuel Valdez.

Los términos usados para describir el chocolate artesanal rebasa sus cualidades y calidades intrínsecas. Son descritas, más bien, como sensaciones, vivencias y experiencias.

Basta observar en una cata de chocolates, cómo los degustadores no pueden evitar emitir exclamaciones y sonidos de deleite cada vez que sus paladares descubren las distintas variedades de cacao y el producto final.

La característica de un sitio como Riqueri es su chocolatería multimarca. Reúne productos artesanales nacionales e internacionales que observan un fuerte compromiso social hacia las comunidades productoras de cacao. Entre sus especialidades se encuentran el salami de chocolate, cerveza, cocteles y espumantes elaborados con cacao.

Las historias detrás de los productos

Valdez comenta la historia detrás de TO´AK, una de las marcas más exclusivas del mundo, cuyo proceso y producción incluye la maceración en barricas de whisky durante ocho años. “No se trata solo de vender chocolate, sino de contar las historias que hay detrás, el trabajo de los productores y la identidad del cacao”.

Más allá del negocio, los chocolateros artesanales ven su trabajo como una misión social. Por ejemplo, Chez Tiff Artesanal forma parte del movimiento internacional ‘slow food’, una tendencia que promueve la alimentación consciente, sostenible y de alta calidad.

Chocolaterías como Yumbo trabajan con más de 32 comunidades que aún mantienen variedades ancestrales de cacao, evitando la expansión genéticamente modificadas que priorizan la producción masiva en detrimento del sabor y calidad. Los márgenes de ganancia son bajos, pero muchas comunidades dependen de este comercio para su susbsistencia.

A pesar del creciente interés, los pequeños productores enfrentan retos significativos. Pinto menciona las dificultades para acceder al mercado debido a la exclusividad del nicho. Su estrategia es establecer alianzas internacionales: sus chocolates son exportados a Estados Unidos, Italia, China, donde la demanda de cacao fino es mayor.

Los precios del chocolate artesanal pueden parecer elevados para el consumidor ecuatoriano, pero en mercados internacionales, donde la calidad es altamente valorada, estos productos encuentran su público ideal.

El chocolate artesanal del centro de Quito es mucho más que un dulce. Es un símbolo de tradición, identidad y compromiso social. Desde el trabajo con comunidades rurales hasta la creación de experiencias sensoriales, este sector está redefiniendo el concepto de lujo en la gastronomía ecuatoriana.

Mientras los quiteños aún no descubren este tesoro en su propia ciudad, los extranjeros ya lo consideran una joya gastronómica digna de reconocimiento mundial. La capital podría abrazar aún más su legado chocolatero y llevarlo al siguiente nivel.

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!