Quito

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A menudo, las participantes acuden a los cursos para aprender técnicas y luego emprender.Henry Lapo

Baile, manualidades y cocina son parte de los talleres que se dictan en Casa Somos

En la alcaldía de Barrera surgieron como centros de desarrollo comunitario Durante las vacaciones, el interés se multiplica

Isaac Méndez le dice al grupo, que acude los lunes, a las 08:00: “Vamos con pasos básicos de bachata. Derecha, un, dos, tres, cuatro, cinco y seis. ¡Muy bien! En el segundo tiempo hacemos la trenza”. Es increíble ver la coordinación de pies, cadera y brazos. Dora de Ortiz, de 77 años, le lleva 41 al profesor de bailoterapia de la Casa Somos de Cotocollao (norte), pero le sigue el ritmo.

Desde hace siete años, la mujer, que se dedicó a cuidar de sus hijos y de su fallecido esposo, siente que este espacio es su segunda casa. “Sueño con que den las 06:00, para levantarme, ducharme y venir a bailar y al yoga. También para recibir el abrazo de las compañeras”, cuenta.

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Actualmente, en las 10 administraciones zonales hay 54 Casas Somos Quito, según Víctor Argoti, su coordinador general. Hasta el 2025, el plan es construir otras cinco y repotenciar una en Nueva Aurora, en Quitumbe, en el sur de la urbe.

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Durante esta semana, en las Casas Somos Quito se ha visto a padres con hijos e hijas, en busca de información sobre los cursos vacacionales, que empezarán en julio.

En la capital, más de medio millón de estudiantes terminó el año lectivo 2023-2024. El próximo ciclo comenzará en septiembre. Áxel Malla, de 13 años, es ‘cliente frecuente’ de la Casa Somos de Cotocollao. Su madre Verónica Tafur lo trajo, desde los 4 años; viven cerca, en La Ofelia. En las vacaciones ha tomado cursos de manualidades, pintura, de chefs y taekwondo.

Con su hermano Ian, de 7 años, acuden de forma permanente al club de fútbol, el fin de semana. “Me gusta entrenar fútbol los sábados, para no pasar solo clavado en los estudios. Es mi deporte favorito, así que me parece relajante”, dice. Desde julio está interesado en tomar los cursos de inglés, francés y robótica. “En vez de quedarme aburrido en la casa, me divertiré y aprenderé algo nuevo”.

En esta semana, Sandra Naula, de 11 años, acudió con el uniforme del colegio María Angélica Idrobo, a la Casa Somos de Cotocollao. Pasa a octavo de básica. Junto a su madre preguntó por el curso vacacional de inglés, ya que es la única materia en la que le falta refuerzo.

El inglés es el curso más demandando en las 54 Casas Somos del Distrito; con 109 grupos formados, en diferentes horarios. Otra actividad buscada es la bailoterapia, con 65 clubes. En este primer semestre de 2024, 150.000 personas han participado, en más de 2.700 grupos de actividades.

Joseph Avilés, gestor de la casa de Cotocollao, es el enlace con la comunidad. Al momento, tienen 120 profesores que brindan talleres de guitarra, violín, piano, dibujo artístico, grupos de caporal, etc. Los usuarios pagan un dólar diario por la hora de clase, al instructor. Señala que estos espacios conectan a varias generaciones. Los nietos hacen una actividad, los padres y los abuelos, otras. Algunas familias calientan sus almuerzos en el microondas del lugar.

De lunes a viernes abren de 06:00 a 20:30; los sábados, de 06:00 a 19:00, y los domingos, de 07:00 a 14:00. En este mes, el número de celular de Avilés aparece en una hoja, sobre una de las paredes de la recepción. Decenas de madres revisan una carpeta con la oferta.

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Las historias se replican en otros puntos de la ciudad. Pablo Arias preside el barrio San Marcos, en donde ha vivido 22 de sus 58 años. Destaca que, en la Casa Somos Quito del sector, les permiten gestionar actividades; por ejemplo hoy, de 18:00 a 19:00, habrá música clásica.

Todo eso buscaba Augusto Barrera, en cuya alcaldía (2009-2014) surgieron 42 Centros de Desarrollo Comunitario (CDC), hoy Casas Somos. Para él, estos son espacios tremendamente importantes, en un país con debilitamiento del tejido social, en donde los chicos tienen poca atención de sus padres, las mujeres encaran solas el cuidado y los abuelos pasan abandonados.

En barrios populares, con población migrante y en condiciones de vulnerabilidad socioeconómica, es complicado acceder a servicios y hacer vínculos sociales. Por eso, dice, pensaron en levantar estos centros comunitarios, como se hizo en comunas de Medellín (Colombia) o los Pilares, en México. En La Roldós, recuerda, se levantó un centro con sala de cine y teatro.

Al exalcalde le parece que la oferta se ha deteriorado, cree que se requieren talleristas y actividades atractivas para niños y adolescentes, que enganchados a las actividades deportivas y culturales cerca de sus hogares, estarán más seguros. Entiende que el Municipio no puede engordar la nómina con capacitadores, pero recomienda un mayor esfuerzo de gestión para armar una programación potente.

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