Quito

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Directivos del comité de La Floresta, en La Merced, usan uno de los puntos de clasificación de desechos y acopio de material reciclable.Franklin Jácome

La Floresta, un barrio que crece y construye comunidad

La Floresta es un barrio joven en la parroquia La Merced. Los vecinos cuidan su seguridad y el ambiente con autogestión

Una hacienda con un clima privilegiado, paisaje de ensueño y tierras fructíferas poco a poco se fragmentó hasta convertirse en uno de los barrios más jóvenes de Quito. Apenas en enero, La Floresta, en la parroquia La Merced, cumplió su primer año desde la liquidación de la cooperativa que se conformó cuando empezó la lotización. Este hecho marcó su nacimiento como barrio.

La hacienda lotizada se mantuvo durante 50 años como una cooperativa y por ello era considerada privada, lo que afectaba su acceso a los servicios municipales. Cristina Nieto es la secretaria actual del Comité Promejoras de La Floresta y vive ahí desde que ella nació.

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La mujer cuenta que en los tiempos de la cooperativa hubo mucho desorden e incluso denuncias de ventas de un mismo terreno a dos o más personas.

Por eso, durante años hubo intentos por liquidar la cooperativa. Luego avanzar en el registro de las escrituras, en la regularización del barrio, en los pedidos para que el Municipio construya o mejore vías, entre otras cosas. Una vez logrado el objetivo, han podido desarrollar proyectos que se empezaron a gestar poco a poco, desde hace cuatro años, al menos, cuando se constituyó oficialmente el comité promejoras.

La primera presidenta fue Sandra Yazbek. Nieto considera que su idea de visitar puerta a puerta a sus vecinos, presentarse y motivarlos a participar activamente en proyectos para mejorar sus condiciones de vida, fue fundamental en la organización que tienen ahora.

En ese barrio hay un plan de seguridad, una iniciativa de clasificación y aprovechamiento de residuos sólidos, proyectos de reforestación, entre otras propuestas. Por ejemplo, el domingo 3 de marzo se organizó una fiesta comunitaria en la que la siembra de 240 árboles, entre cholanes y tilos, se definió como el evento principal.

Luis Alcázar es el actual presidente del comité y cuenta que los vecinos entendieron la importancia de conocerse entre sí. “Somos personas con distintas capacidades, gente que entiende que la vida rural es maravillosa e importante para crear comunidad. Sabemos quién vive al frente y al lado, confiamos y encargamos la casa a nuestros vecinos cuando salimos de vacaciones, por ejemplo”, dice.

La vida rural es importante para crear comunidad. Sabemos quién vive al frente y al lado, confiamos.

Luis Alcázar

Al conocerse, también encontraron la potencialidad de cada uno para participar en proyectos relacionados con su especialidad. Así formaron comisiones de seguridad, de cuidado ambiental, y más. Richard Mosquera, por ejemplo, además de ser el vicepresidente del comité, dirige el grupo de seguridad.

Fue miembro de la Fuerza Aérea y piloto comercial. Ahora disfruta la vida en La Floresta y siempre investiga sobre temas que le atañen a su comisión, para mantenerse actualizado y trabajar con la comunidad. “La seguridad es importante para generar un ambiente de confianza. Conocemos que la Policía tiene recursos limitados, pero sabemos también que la seguridad no la hace una persona sino que la construimos entre todos, así que nos involucramos”.

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Lo primero fue hacer un censo de los residentes. De 458 lotes que tiene la antigua hacienda, 120 están ocupados por el mismo número de familias. “No hemos sido víctimas de situaciones de violencia extrema, pero sí ha habido amenazas que hemos logrado frenar”, agrega.

En el barrio se instaló un sistema de sirenas en enjambre. Tienen siete alarmas comunitarias, conectadas con las de las casas de los vecinos. Cuando algún sospechoso intenta entrar en una vivienda sin permiso, se activa una alarma y suenan todas. Los vecinos salen a patrullar en sus vehículos, los intrusos se sienten acorralados y huyen.

Si logran retenerlos, se comunican con la Policía y los entregan. Son estrategias disuasivas, porque no están de acuerdo con respuestas violentas. Además, tienen 11 cámaras de videovigilancia con las que pueden monitorear en tiempo real cualquier día a cualquier hora.

También les preocupa el medioambiente. Por eso incentivan a los vecinos a clasificar sus residuos y dejar el material reciclable en dos puntos de acopio que colocaron en el barrio. Luego venden las botellas, los cartones, el papel, etc. y lo recaudado se suma a los aportes para mantener activos sus proyectos.

Alcázar cuenta que también implementaron un sistema para captar lo que se recoge en pozos sépticos, tratarlo y utilizarlo para el riego de áreas verdes. Además, cuidan de los animales con campañas de esterilización, vacunación y desparasitación de perros y gatos. Todo como una iniciativa ciudadana.

Para él, lo que han logrado los vecinos y sus ideas a futuro son producto de un aprendizaje valioso. “En el tiempo que no podíamos tener nada del Municipio hicimos muchas cosas y hasta cierto punto fue bueno, porque eso nos permitió desarrollar valores como la solidaridad y el compromiso”. Así construyen comunidad.

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