Quito

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Dar un poco de comida y acariciar a los gatos sirve para que los visitantes se relajen. Generalmente son visitados por familias.karina defas

Un café, Un gato y la carta abierta para llevarlo a casa

En Quito hay lugares donde puede compartir con felinos rescatados, mientras se disfruta de una bebida caliente. La adopción es uno de los objetivos.

Conchita es una gata de aproximadamente un año. Su pelaje negro y dorado resalta entre sus compañeros blancos, amarillos y plomos.

A pesar de que duerme la mayor parte del tiempo, es la primera en levantarse y acudir al encuentro de un visitante. Es dócil, tan acostumbrada a los humanos, que siempre da el primer paso para un contacto cercano: agacha su cabeza y pide ser acariciada.

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Ella tuvo la suerte de ser rescatada. Ahora vive con comodidad, recibe sus alimentos a tiempo y es cuidada de manera profesional. Es todo lo que un gato podría desear, pero aún le falta su propio hogar.

De todas maneras, forma parte de un nuevo estilo de vida para los rescatados de las calles: un cat café.

Esta es una fórmula que está dando sus primeros pasos en Quito. Por ahora hay dos sitios dedicados a esta actividad y que ya cuentan con aceptación hace aproximadamente dos años: Maneki y Gatorium.

Se trata de un restaurante donde el cliente puede degustar algo caliente o frío y, en un momento dado, acudir a un cuarto destinado al descanso felino. Allí pueden compartir con los animales y, si se encariñan, iniciar el proceso de adopción.

Sofía Jaramillo, encargada de Maneki, se ha dedicado toda su vida al rescate. “Hace unos doce años nació Maneki para ayudar a gatos. La mayoría de personas ayudaba a perritos, así que decidí dar ese paso”, inicia su relato.

Claro, al principio solo era una tienda virtual para adopción y venta de alimentos, después evolucionó hasta convertirse en el cat café.

“Encontramos la forma idónea, responsable y digna de mantener esa ayuda. Ahora estamos apuntando a otros proyectos, siempre pensando en ayudar a los gatitos”, agrega.

Estos restaurantes tienen una característica: los gatos no están en las mesas ni en la zona de cocina. “No nos permite la legislación de turismo y ordenanza municipal. Y está bien. Donde se prepara comida no debe haber animales”.

Por eso, en su local hay un espacio que está rodeado por paredes de vidrio denominado la gatera. Así, las personas pueden mirar a los felinos desde las mesas, mientras se alimentan. Ya después pueden ingresar a esa zona, si desean.

Si bien la tienda tiene un número limitado de gatos, Jaramillo cuenta con orgullo que durante este año han ayudado aproximadamente a 400 adopciones.

Gatorium maneja la misma idea, aunque tiene sus particularidades. Por ejemplo, la comida que ofrecen es vegetariana.

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Su fundador, Paúl Aguilar, cuenta que van dos años con este concepto. Él lo vio por primera vez en un viaje por Colombia.

“Al inicio era voluntariado. Ahora ya podemos pagar sueldos a las tres personas, quienes prácticamente mantienen el negocio”, comenta.

Los gatos que llegan a este lugar son rescatados por su propio personal y revisados por su veterinaria. “No podemos ayudar a todos porque es un espacio pequeño y hay que considerar que pueden contraer enfermedades. El número es limitado porque eso nos permite mantener un gran control biológico”, explica.

Este lugar se ha vuelto atractivo para las familias que quieren enseñar a los niños el cuidado de gatos y ver su comportamiento junto al animal antes de decidirse por la adopción.

RequisitosLa copia de la cédula y la planilla de algún servicio básico son los documentos que deben presentar para iniciar el proceso de adopción.

Aquí disponen de otras actividades como yoga acompañado por gatos. Claro, no van todos los felinos, sino los que ya pasaron por el proceso de entrenamiento. “Los primeros gatos, los que iniciaron todo esto, son los entrenados para estas situaciones. Los otros también son preparados para aceptar a la gente y para relajarse”.

Para Aguilar, el cat café le ha dado “la satisfacción de que los humanos conozcan a los animales desde otra perspectiva y en un espacio donde puedes pasar mejor. Hay un ambiente calmado, donde compartes respeto”, agregó.

Y eso se obtiene con normas básicas como guardar silencio, no correr y no importunar a los gatos. “Tratamos de que sea un templo de enseñanza, un templo felino”.

Alicia Valencia, una visitante, se mostró feliz por el trato que reciben los gatos. “Es un alivio ver que hay gente que dedica su tiempo y dinero al cuidado de estos animalitos. Venir acá te relaja mucho porque compartes con estos seres que han tenido la suerte de ser rescatados. Ojalá pudieran ayudar a muchos más”.

Si bien el gran objetivo es la adopción, no se trata de un simple paso. En los dos sitios tienen procedimientos establecidos. Los candidatos deben tener las condiciones económicas para dar una vida digna al nuevo compañero. También deben presentar su documentación y asistir a una capacitación previa. En el Gatorium también deben cancelar 25 dólares para la esterilización.

En ambos sitios se encargan de hacer un seguimiento. Hasta ahora, dicen los dos orgullosos, que el porcentaje de devoluciones es de cero.