De las calles de Quito a la seguridad: la lucha contra el trabajo infantil
El servicio se enfoca en acompañar a vendedores los ambulantes. En Quito hay cinco centros que acogen a los niños
En las calles de Solanda, donde el sol apenas se asoma por las esquinas, Rosa Perugachi comienza su jornada como recicladora. Desde las 08:00 hasta las 17:00, esta madre soltera recorre las calles cargando el peso de su responsabilidad como cabeza de hogar.
Rosa, originaria de Ibarra, pero criada en Quito, es madre de seis hijos; cuatro de ellos ya han formado su propio hogar, mientras que los dos menores, de 12 y 10 años, asisten al Centro de Erradicación del Trabajo Infantil (CETI) en la Unidad Patronato Municipal San José. Para Rosa, el CETI no es solo un refugio; es una salvaguarda que le permite trabajar con tranquilidad, sabiendo que sus hijos están bien cuidados y reciben apoyo educativo.
“Era complicado dejarlos solos en casa”, confiesa Rosa, “no tenía a nadie más que pudiera ayudarme”. En el CETI, sus hijos no solo hacen los deberes; aprenden valores y responsabilidades que, según Rosa, son fundamentales para su desarrollo. “Las profesoras son un gran apoyo, especialmente porque yo no sé leer”, añade con un leve suspiro de alivio.
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Leer másA pocos pasos de allí, la historia de Norma Guaminga se entrelaza con la de Rosa. Norma, exvendedora ambulante, ha dejado atrás la precariedad de las calles para establecer un negocio de frutas y verduras en Ayapamba, sur de la ciudad. Aunque recuerda los días difíciles, cuando tenía que cargar a su hijo en la espalda mientras vendía sus productos, el CETI se ha convertido en un espacio de aprendizaje y amistad. “Ahora, mi hijo me cuenta lo que aprende, y eso me llena de alegría”, dice Norma. Su pequeño, que está en quinto de básica, no solo recibe educación, sino que también ha encontrado en el centro un lugar seguro y acogedor.
La vida en la calle no solo ha sido dura para Rosa y Norma. Verónica, otra madre que ha enfrentado la adversidad, recuerda cómo lidiar con los operativos de los agentes municipales significaba correr con su hija en un brazo y sus productos en el otro. “Era un caos. Muchas veces me decomisaban la fruta”, dice con tristeza. Pero desde que su hija Janeth ingresó al CETI, las cosas han cambiado. Verónica asegura que las maestras han ayudado a su hija a mejorar en la escuela, lo que ha reforzado su autoestima. “Ya no quiere volver a la calle; se siente segura aquí”, dice Verónica, aliviada por el progreso de su hija.
Las historias de estos niños y madres son solo un fragmento de la realidad que enfrenta el Centro de Erradicación del Trabajo Infantil. Andrés Real, coordinador del CETI, explica que la lucha contra el trabajo infantil es un desafío arraigado en patrones culturales. “Buscamos romper con estos estereotipos y ofrecer un espacio seguro para que los niños se desarrollen”, señala, al tiempo que menciona que, entre enero y octubre de 2024, han atendido a 1.517 niños, muchos de ellos provenientes de familias de trabajadores informales.
El CETI opera en tres modalidades: un programa diurno que funciona de 08:00 a 16:30, uno extendido durante las ferias del mercado mayorista y un programa nocturno para aquellos que acompañan a sus padres en las madrugadas. “Cada niño que llega es una historia diferente, pero todos buscan lo mismo: un lugar donde puedan ser niños”, enfatiza Andrés.
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Leer másMientras tanto, los niños que asisten al CETI, como Daniel Díaz y Mishelle Puyo, cuentan sus propias historias. Daniel, de 14 años, llegó hace seis meses después de ayudar a su abuelita en el mercado. “Era difícil soportar el clima y muchas veces no vendía nada”, dice, pero ahora, en el CETI, ha encontrado no solo educación, sino una comunidad que lo apoya. Reconoce que el trabajo infantil no es bueno para el desarrollo de los niños y “una explotación infantil”.
Mientras que Mishelle, de 11 años, menciona que ya no regresaría a las calles, la seguridad que siente en estos espacios le ha devuelto las ganas de aprender.
A medida que las festividades de noviembre y diciembre se acercan, el trabajo infantil tiende a aumentar, y con ello, el compromiso del CETI se vuelve aún más vital. “Estamos aquí para garantizar que estos niños tengan un desarrollo adecuado y se les restituyan sus derechos vulnerados”, concluye Andrés.
El centro no solo se enfoca en el aspecto educativo. También ofrece servicios de salud, psicología y trabajo social para atender las necesidades integrales de los niños y sus familias. Además, se realizan actividades culturales y recreativas para fomentar el desarrollo integral de los pequeños.
- Inversión. En el 2024, se invirtió 960.000 dólares. Se habilitó un nuevo centro en el sector de Iñaquito y se abrirá en La Mariscal.
- Cifra. 1.517 niños que acompañaban a sus padres en el comercio ambulante han sido atendidos por el proyecto de Erradicación del Trabajo Infantil.
Una situación que aumenta
n En un informe presentado en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, varias organizaciones no gubernamentales (ONG) han identificado que hasta junio de 2024, el 36% de los niños en Ecuador vive en hogares en situación de pobreza. Este documento destaca que la pobreza impacta negativamente en la infancia ecuatoriana, provocando problemas como la desnutrición, dificultades para acceder a la educación y limitaciones en la atención de salud, así como restricciones en sus proyectos de vida futuros.
El informe también revela un preocupante aumento en el empleo infantil en el país: en 2022, el número de niños trabajadores era de 270.340, cifra que ha ascendido a 370.000 en la actualidad, lo que representa un alarmante incremento del 37%.
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