Quito

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Abarrotados. Pese a que no es hora pico, la gente forma largas filas, por el tiempo de espera, hasta que llegue el bus que los llevará hacia Quito.angelo chamba

La carestía de buses se libra con caminatas largas o taxirrutas

En Zámbiza y Llano Grande tienen solo una línea para 20.000 habitantes. Los transportistas dicen que el Municipio ignora sus pedidos de ampliación

Del eslogan “movilidad digna” que impulsa el Municipio de Quito como parte de una campaña sobre el transporte “de calidad” que se ofrece a la ciudadanía, solo queda el nombre, aseguran los habitantes de Llano Grande, en el nororiente de la capital.

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Los casi 20.000 pobladores de este sector cuentan con una sola línea de buses para trasladarse hacia la zona céntrica de la urbe. Su paso por las paradas marcadas a lo largo de casi cinco barrios es de 15-20 minutos. Y para este servicio, la única cooperativa que cubre las rutas desde hace 43 años solo dispone de 22 unidades: 12 para el servicio convencional y 10 como alimentadores del Trolebús.

El servicio es insuficiente. Necesitamos más buses y que pasen más seguido. En un apuro no nos ayudan porque la espera es larga y ahí toca coger un taxirruta o caminar kilómetros para llegar a otra parada por donde pasan más buses. Vivimos sometidos a este sistema inútil por años”, dice Yadira Andrade, residente antigua de la comuna.

Esta mujer, cada mañana sale con 1 hora y 30 minutos de anticipación para llegar a su trabajo, en Carcelén. Pese a que ya ha memorizado los horarios de circulación de las unidades, es precavida, pero de vez en cuando se ha quedado de su medio de transporte.

“Cuando pasó el bus ya se fregó todo. Ahí me ha tocado caminar por lo menos un kilómetro para llegar a una zona por donde pasan microbuses de otra cooperativa que cubre otros barrios. Si cogemos taxi todos los días, al menos se gasta entre 2,50 y 3 dólares por carrera”, cuenta Andrade.

Los buses de aquí sí cumplen con las rutas y paran donde es, pero el servicio es malo por el tiempo que se debe esperar. Eso ya depende de las autoridades.

Yadira Andrade
Usuaria de buses Llano Grande

Por la noche el problema no es diferente, sino que se agudiza por el índice de peligrosidad que enfrentan quienes intentan retornar a sus domicilios, debido a la presencia de delincuentes que rondan las paradas a bordo de motocicletas.

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Rosa Simbaña, estudiante universitaria y empleada privada, comenta que este sistema restringido de movilidad le impide realizar actividades nocturnas referentes a sus estudios. Pasadas las 20:00 ya no puede regresar a su casa en bus, sino que debe considerar un gasto extra para tomar un taxi o esperanzarse en algún familiar que disponga de automóvil.

Ella asegura que la última unidad sale de la estación de la Ecovía, en la Río Coca, norte de la ciudad, a las 19:45 y si no llegó, se quedó.

“En una ocasión me atrasé por un problema vial que hubo en el camino y me tocó correr detrás del bus para alcanzarlo. En otro momento ya fue inevitable y me movilicé hacia el Labrador para coger el carro que llega a Llano Grande. Es una odisea todo esto. Estamos limitados a todo y las autoridades no hacen nada”, alega.

Este escenario también se replica en la parroquia rural de Zámbiza, en el nororiente. Aquí también disponen solo del sistema de alimentadores de la Ecovía, cuya parada final es en la estación norte Río Coca.

Hay una sola línea para este sector. La espera es de al menos 30 minutos y si nos quedamos pues toca tomar un taxi normal o taxirrutas, depende la urgencia.

Enrique Tupiza

Usuario de la línea en Zámbiza

Enrique Tupiza, vicerrector de una entidad educativa del lugar, manifiesta que los buses pasan cada 30 minutos, aproximadamente, y si por mala suerte perdió uno, la alternativa con que cuentan los pobladores es el sistema de taxirrutas que está a un costado del parque central y que opera desde hace algunos años ante esta necesidad de movilidad que tienen.

“El valor es mayor al pasaje habitual. Al menos es 50 centavos por viaje, según adonde vaya y se debe esperar a que esté lleno el taxi para salir, sino toca la carrera normal. Lo que pedimos es que incorporen otra línea de buses o pongan más unidades para este sector, más que nada en horas pico que es cuando se satura el servicio y no todos podemos viajar”, solicita.

Eliezer Paucar, otro residente de la misma parroquia, en cambio solicita a las autoridades que se controle el tiempo que cubren los transportistas en estas rutas, ya que muchos incumplen con ello y la espera se prolonga mucho más.

“Pedimos que respeten los horarios con que circulan, porque a veces se demoran en llegar y no coincide con el tiempo que uno ya tiene calculado”.

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EXPRESO conversó con Ricardo Simbaña, gerente de la cooperativa Llano Grande, línea que cubre dicha ruta, para conocer por qué no se ha ampliado la capacidad operativa.

El hombre reconoció que el servicio que dan es “malo por la falta de unidades y aceptamos las quejas de la gente, pero no está en nuestras manos sino en las de la Secretaría de Movilidad, entidad que no nos autoriza incorporar más buses. La causa no la sabemos, pero nos parece raro que a otras líneas de barrios aledaños sí les han ampliado hasta 25 carros. Seguimos a la espera de una respuesta ante los oficios enviados. Seguiremos luchando para que nos amplíen la capacidad. En un día se movilizan entre 280 y 300 pasajeros. Necesitamos un cupo de al menos 10 unidades más”, exige.

Desde el área de Comunicación de la Secretaría de Movilidad se indicó que “al momento las autoridades se encuentran en mesas de trabajo por la transición de administración. Y para aclarar la inquietud ciudadana, el incremento de unidades la potestad la tiene el Concejo metropolitano”.