Quito

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Ubicación. La ciudad está en la altura de la ladera de los Andes, a 2.850 metros.ANGELO CHAMBA

A Quito se lo celebra desde el ayer y hoy

Los capitalinos añoran las fiestas de tiempos pasados. Unos cuantos se acoplan a la modernidad. Cada uno sabe cómo homenajearla.

Para Amparo Galindo, así como para los casi tres millones de habitantes que tiene Quito, homenajear y conmemorar por todo lo alto a esta, su ciudad, es uno de los principios inalienables que tiene un buen capitalino.

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Esta mujer, de casi 74 años, cuenta que en los años 50 era imposible perderse las fiestas organizadas previo a la llegada del 6 de diciembre (fecha de la fundación). Los barrios montaban tarimas en calles principales, contrataban orquestas, organizaban concursos de juegos tradicionales como el 40, los ensacados, el palo ensebado, el huevo, el trompo, canicas y otros más.

La familiaridad entre vecinos era única. La solidaridad y unión resplandecía con fuerza, sostiene Galindo.

“La sal quiteña, la unión entre vecinos y la conservación de las tradiciones, entre esas la preparación y consumo del canelazo, es lo que más perdura en mi memoria”, agrega.

Siento que se perdió la vecindad y eso no ayuda, pese a eso asistiré a alguno de los eventos.

Diana Ortiz, estudiante

Marco León, betunero de profesión, concuerda con ello. En sus pensamientos todavía viven esas aventuras que pasó hace casi tres décadas en fiestas de Quito. En ese entonces vivía en el barrio El Camal, al sur.

“Todo era bonito, seguro y la vecindad sí era unida, pero ahora ya se ha perdido. Estas fiestas las viviré desde el interior de mi casa por la inseguridad que existe. No quiero que me roben lo poco que tengo”, acota.

Este 6 de diciembre, la capital conmemorará sus 488 años de fundación a través de fiestas, conciertos, serenatas, concursos como la carrera de coches de madera, entre otras actividades que constan en la agenda.

Realizaré actividades cercanas por temas de seguridad, pero no dejaré de festejar a mi linda ciudad.

Liliana Chávez, estudiante

Rosa Pacheco vive en el barrio Cooperativa 14 de enero, sector La Ajaví, sur de la ciudad. Ella tiene claras las actividades a las que acudirá. Dice ser más quiteña que el mismo canelazo o una empanada de morocho. No solo porque nació aquí, sino porque pese a los problemas que enfrenta la ciudad en temas de seguridad, ella la defiende contra todo mal comentario.

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“Esta es mi casa, mi hogar y es bello mi Quito. Los desfiles, las comparsas, las serenatas son lo más hermoso. Proteger a nuestra ciudad es tarea de todos y pese a todo pronóstico me daré el tiempo para hacer la mayor parte de las actividades marcadas en la planificación”.

Sobre la pérdida de la unión entre vecinos y de las tradiciones de la ciudad, ella refuta esas posturas porque en su sector todavía viven estos dos elementos importantes.

“Este año nos vamos a organizar para hacer algo lindo. Ollas encantadas, los ensacados, el juego de 40. Todo depende de que se quiera. El resto llega solo”, acota.

Desde otro rincón de la ciudad, Luz Masabanda recorre las plazas, parques y calles más concurridas del centro y norte de la urbe. Carga sobre su antebrazo una bandeja con una torre enorme de espumilla, un tradicional postre quiteño.

Mantengo viva una tradición con la elaboración de la espumilla. Esto lo vendo en medio de los desfiles.

Si de fiestas se trata, ella es la más contenta porque es una buena época para vender más este alimento que lo prepara desde hace 15 años.

Haciéndolo con cariño para venderlo a chicos y grandes es la mejor forma de conmemorar a Quito, sostiene.

“Con esto se preservan las tradiciones. Este producto no se hace en otro lado y así, a más de trabajar, también festejo a mi bella ciudad”.

Pero la quiteñidad y el sentido de pertenencia también se siente y respira desde el balcón de las casas de los ciudadanos, cuando colocan los geranios, que son plantas autóctonas y representativas, o desde sus terrazas cuando ponen la bandera de la ciudad.

Sandra Paredes, de 49 años, vivía en la Loma Grande, un tradicional y emblemático sector del centro-norte.

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Ella es una de los cientos de ciudadanos que destinan un tiempo para elevar este símbolo patrio.

“Del 1 al 6 se coloca la bandera. Al menos en el centro, la mayoría de barrios ya la ponemos. En otros sectores no sé cuándo lo harán. Este año creo que esa va a ser la mejor forma de felicitar a la ciudad por un año más de creación, porque salir es imposible que lo haga. Todo está complicado y prefiero evitar”.

Las fiestas que organizaba El Placer eran buenísimas, pero la inseguridad ya no permite salir mucho.

Blanca Chimborazo, Jubilada

Diana Ortiz comparte esta postura y relata que sus planes festivos se orillarán a una cancha de vóley ubicada en el barrio Loma de Puengasí.

Ser parte de este torneo que organizará la directiva barrial es la consigna que maneja. También preparará canelazo para compartir con sus vecinos, pero sin caer en excesos, asevera.

Pese a que tiene 35 años, recuerda con claridad que hasta hace 15 años las fiestas de la capital se hacían de otra manera. “Más alegre, organizada y segura”, aclara.

Lo que más extraña del pasado es ver una alta concurrencia de niños en los parques, siendo parte de los juegos y eventos organizados para unir a la comunidad y conocerse entre vecinos.

La modernidad y tecnología que envuelven a los jóvenes de hoy en día, según Ortiz, es lo que le ha restado trascendencia a fechas tan importantes como la que se avecina.

“Ahora los muchachos ni los niños se preocupan por salir a la cancha, jugar con otros niños y hacer amigos. Ahora todo se reduce a juegos electrónicos, uso desmedido del celular y nada más. A mis 20, recuerdo que recorría algunos barrios del sur, entre esos el evento llamado El Chavezaso, que era el baile más esperado por estas fechas. Era lo máximo. Sí robaban, pero solo a los borrachitos. Ahora ya es peor, por eso en las festividades es mejor tomar ciertas restricciones”, acota.

La elección de cómo celebrar a su ciudad ya queda en manos de cada uno.