Una ciudad tomada por el Vandalismo
Hay pocas sanciones a los grafiteros. Los dueños de las casas son multados por descuidar sus fachadas. De su bolsillo pagan por pintura o por colocar baldosas
Un recorrido por ciertos barrios de Quito es como asistir al museo del vandalismo. En Solanda, al sur, las casas han sido convertidas en escaparates de grafiteros sin talento.
Los muros están llenos de firmas, monigotes deformes y garabatos. Cada metro aparece uno más feo que el anterior.
El vandalismo le pasa una factura elevada a Quito
Leer másPara los habitantes de Solanda, el barrio se ha transformado de a poco en un lugar feo para pasear y peligroso, ya que los rayones evidencian la presencia de las pandillas juveniles.
“Uno camina por aquí y da la impresión de que en algún momento alguien me va a asaltar”, dice Elena Álvarez, quien trabaja en una tienda de ropa.
La presencia de los grafitis es también el síntoma del abandono del Municipio y su falta de control.
En 2021 y en lo que va del año, la Agencia de Control ha emitido 21 sanciones contra vándalos. Esta entidad es la encargada de multar a los que rayan las paredes y destruyen la propiedad privada o pública. Pero según sus datos, las sanciones se dan, en promedio, una vez cada 22 días.
La falta de sanciones cuenta con el respaldo legal. El Código Municipal del Distrito Metropolitano de Quito indica que las sanciones solo se pueden dar si el infractor es descubierto in fraganti por un funcionario de la Agencia Metropolitana de Control. Solo entonces se aplica el artículo 3027 que dice que el grafitear, rayar y destruir el paisaje urbano es una contravención de segunda clase y se sanciona con 213 dólares, que es el 50 % del salario mensual básico unificado.
“Un joven con spray en mano no ejerce su libertad de expresión, sino que es un egoísta que no piensa en el daño que hacen a los dueños de casa”, dice Gladys Rocha.
Su casa ha sido vandalizada infinidad de veces. Arreglar la fachada le ha significado, cada vez, un gasto de 400 dólares por la mano de obra y la pintura. Los responsables nunca han sido sancionados, pero ella como dueña de casa cuenta que tuvo que pagar una multa de 85 dólares por los grafitis.
El mismo artículo del Código municipal dice que aunque el joven no pueda ser identificado, los dueños del predio no están exentos de la responsabilidad “del buen mantenimiento de sus frentes”.
“Es injusto que seamos los dueños los que paguemos los platos rotos. Si uno pinta por la mañana, por la noche ya está todo rayado”, opina Rubén Carrillo, dueño de una vulcanizadora cuya fachada ha sido vandalizada tres veces en este año.
En Calderón y Chillogallo, los dueños de predios viven el mismo problema. “¿Qué querrán expresar los chicos?”, se pregunta Margarita Logacho. Para ella, la única opción que le quedó es recubrir el frente de su casa con baldosas. Solo estas casas se salvan de ser pintarrajeadas. Pero para los dueños esta opción es otro gasto que sale de su bolsillo.
Incluso la Alcaldía incurre en un gasto anual de 1,2 millones de dólares en trabajos para remover los grafitis. La mayor parte del dinero se destina al Centro Histórico, en donde las casas y monumentos son patrimoniales. Pero otros barrios residenciales del norte y del sur sufren el abandono. "Debe haber sanciones más duras para los vándalos, porque Quito es cada vez tierra de nadie", dice Yolanda Paredes.
Daño a la propiedad privada
El miércoles 6 de abril, el mural en el intercambiador de San Roque, en el centro, fue vandalizado. La Empresa Metropolitana de Obras Públicas delegó el trabajo de rehabilitación de la pared a seis obreros, quienes con agua y cepillo en mano trabajaron más de cuatro horas para sacar las manchas de pintura negra. Ninguna persona fue sancionada por este hecho, pero la Alcaldía pidió que la gente denuncie a los vándalos.
Uno camina por aquí y da la impresión de que en algún momento alguien me va a asaltar. Parece un barrio tomado por las pandillas.
Yo gasté 400 dólares en colocar baldosa en la parte frontal. Si no hago eso me pintan y me dañan la casa. Luego el Municipio me multa.
Un joven con spray en mano no ejerce su libertad de expresión, sino que es un egoísta que no piensa en el daño que hace a los demás.
Es injusto que seamos los dueños los que paguemos los platos rotos. Si uno pinta por la mañana, por la noche ya está todo rayado.
- 1,2 millones de dólares gasta la Alcaldía cada año para limpieza de paredes rayadas. La mayoría se destina al Centro Histórico, para mantener en buen estado bienes patrimoniales.