En Quito, contaminación en la Necochea: ahogados en hollín
El esmog y el ruido ‘entierran’ a moradores de la arteria que conecta sur y centro de Quito. La calidad del aire es 10 veces peor que en otras zonas
Para recorrer a pie la calle General Necochea, una de las arterias principales que conecta el sur con el centro de Quito, no basta con llevar doble mascarilla o un par de tapones para los oídos. El esmog que botan los vehículos y la bulla incesante han orillado a cinco familias fuera de sus casas en los últimos 10 años.
Según los pocos moradores que quedan en la zona, vivir ahí es como permanecer en una cámara de gases, en donde la muerte es silenciosa y se filtra por las fosas nasales.
Guillermo del Hierro nació en este sector hace 58 años. Cuenta que su padre falleció a los 91 por una enfermedad pulmonar crónica provocada, según los médicos, por la inhalación del hollín de los carros.
“El médico siempre nos preguntaba si cocinábamos con leña, para entender los daños que tenía mi padre, pero no era así. Siempre nos ha afectado la contaminación en la que vivimos. Yo tengo problemas incurables como tos, rinitis alérgica”, señaló.
Para reducir el impacto de la contaminación, este hombre construyó su casa 50 metros adentro desde la calle Necochea, pero aún así convive con el hollín.
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Leer másLa Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito señaló que los niveles de contaminación en esta calle pueden ser hasta 10 veces mayores que los registrados en el Centro Histórico, superando incluso la norma ecuatoriana de calidad del aire. “En sectores con alto tráfico vehicular como en la Necochea, por donde circulan buses y camiones que utilizan combustible diésel, las condiciones son distintas a otros puntos de la ciudad, debido a la directa emisión de los gases de escape, por ser una calle estrecha y empinada, sumado a la mala calidad del combustible”, indicaron.
Diego Mafla, investigador de urbanismo y planificador territorial, considera que la situación de esta zona obedece al descuido de las autoridades municipales, quienes han ignorado por años las condiciones de este sitio. “Aquí se necesita un plan de intervención urgente, pero tiene que ser propio de la zona, no alguno copiado de años pasados o de otros barrios. Hay que hacer una radiografía de territorio, para saber cuántas personas viven aquí, a dónde se desplazaron, cuánto tejido hay en construcción y demás. Como el Municipio no tiene esto, no puede solventar las dificultades de contaminación”, señaló.
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Leer másEl ruido excesivo es otro factor que los acompaña las 24 horas del día. Marisol Torres vive aquí desde hace dos años. Al inicio pensaba que podría convivir con la bulla y la contaminación ambiental, pero a medida que pasaron los días, su estancia se volvió invivible.
“Es insoportable todo esto, más cuando se está durmiendo. No hay hora del día en que se pueda estar en paz. Ni siquiera por teléfono se puede hablar. En la noche, para dormir es imposible. A la cansada uno cae. Aquí nos estamos envenenando con este humo”, afirmó.
A través de la Red Metropolitana de Monitoreo Ambiental de Quito (Remmaq) se identificó que en esta zona, la contaminación ambiental por esmog y ruido es muy alta, ocasionando afecciones serias en la salud.
“La exposición directa a contaminantes implica graves riesgos para el bienestar de los pobladores de vías de tráfico y potencialmente sufrirían mayores afectaciones por el virus SARS-COV2. Los niveles de contaminación en el aire se redujeron en el confinamiento, por la emergencia sanitaria, especialmente en abril y mayo, pero otra vez regresamos a los indicadores altos en 2021”, se detalló en el informe.
Según Del Hierro, el morador más antiguo del sector, muchos de sus vecinos se rindieron ante esta situación y lo único que les quedó fue abandonar sus viviendas.
“Hay varias casas deshabitadas. Algunas estaban en venta pero no hay quién compre por la contaminación y el ruido. Hace 10 años empezaron a salir poco a poco y esto ha traído otros peligros. Han aparecido delincuentes que roban a la gente en la calle o se meten a estos sitios abandonados a libar”, contó.
Huida
Cada vez más vecinos dejan la zona, lo que atrae a la delincuencia a las casas vacías. Los que se van, encuentran imposible vender sus viviendas por la hostilidad.
TODAVÍA PUEDE REVIVIR con un cambio en el transporte
El urbanista Diego Mafla considera que no todo está perdido. Aún hay salidas que podrían devolver la tranquilidad y salud a los habitantes de esta arteria de Quito. Cambiar el sistema de transporte que circula en la zona es uno de los puntales para oxigenar a la Necochea. “Se debe evitar la circulación de buses y dar paso al trolebús, busetas ecológicas y otros sistemas de transporte que sean amigables con el ambiente”, apunta.
Además, es importante considerar la intervención de proyectos que le devuelvan vida a la zona, reactiven la economía y descontaminen el ambiente.
“Si las autoridades toman una decisión, se pueden generar mesas de diálogo con técnicos que sepan del asunto y en 18 meses ya se podría ver el nacimiento de la nueva Necochea. Se requiere de un proyecto urbano, arquitectónico y otro de movilidad inteligente. Con estos tres se puede recuperar la zona, construir hoteles, cafeterías, bares, restaurantes, zonas verdes, piletas, entre otras. Lo que se pretende es cambiar este infierno en el que ahora viven con la contaminación y el desorden urbano”, afirmó.
La Secretaría de Ambiente señaló que en años anteriores se presentaron varios proyectos de reforma para este sitio, entre ellos, se consideró reducir la pendiente de la curva, ampliar la calle y convertir al Panecillo en un espacio verde; pero ninguno se concretó.
Los habitantes de esta calle esperan que las autoridades tomen acciones prontas para evitar que este lugar se convierta en un pueblo fantasma y mitigar la contaminación que los está matando.