Quito

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Quito es la segunda provincia más poblada del país, con 2'679.722 habitantes.Cortesía

De la costa a la sierra, el desafío de mudarse a Quito

Guayaquileños narran los retos de adaptarse a la capital. Señalan que las diferencias culturales pesan más que el clima 

Como un “cambio radical” describen los guayacos residentes en Quito a la decisión de mudarse a la capital. Pese a tratarse de un viaje de apenas ocho horas por tierra, estos aseguran que las diferencias culturales entre ambas ciudades fueron difíciles de sobrellevar, incluso más que el clima o la altura.

”Al clima te acostumbras súper rápido”, asegura José Valenzuela, que vive en la Carita de Dios desde hace catorce años. “Te haces a la idea de que tienes que llevar chompa incluso cuando hace un solazo”, comenta risueño.

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Asegura que el ritmo lento de la vida nocturna y el letargo del movimiento citadino son un reto más duro para quienes recién arriban del Puerto Principal. “Estas acostumbrado a la bulla, a la fiesta, a la música a todo volumen, y eso es algo que pierdes”, comenta.

Otra traba, señalan, es el trato diario tanto personal como laboral. “Estas acostumbrado a pedir las cosas rápido, a que todo se haga ya, pero ese tono acá es percibido...mal. Te toca bajar el tono, pensar mucho las palabras”, señala Isaac Vera, quien se mudó a la capital en 2012.

Pese a ello, en la capital han hecho sus comunidades, formado familias, hecho amistades y traído consigo sus tradiciones culinarias. “Al quiteño le encanta el marisco, entonces siempre vas a encontrar pescado, camarón, cangrejo. Eso ayuda a matar un poco la nostalgia”, comenta risueña la pediatra Carla Mendoza.

En lo que todos coinciden es que, con sus retos y dificultades, en la capital hallaron un hogar, distinto al Puerto Principal, pero con sus propias virtudes. 

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El sorprendente encuentro con los parques y los bosques

José Valenzuela se mudó a la capital en 2010, buscando un cambio de aire. Como licenciado en Turismo, había viajado por todo el Ecuador, e instalarse en Quito le pareció una decisión sensata. “En mi rama de trabajo, tenía sentido elegir Quito porque era donde llegaba la gran mayoría de tours y donde tenía cómo expandir mi negocio”, indica.

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José Valenzuela se trasladó a Quito hace 14 años buscando un cambio de aire.Cortesía

Pero sus visitas ocasionales a la capital no lo habían preparado para las realidades de la ciudad y su gente. “Ahora, cuando lo veo de manera objetiva, estoy consciente de que fue un cambio radical. No lo imaginas porque es el mismo país, pero todo es distinto, desde la forma de ser de la gente hasta cómo habitas la ciudad”, dice.

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Añade que, si bien ni el clima ni el cambio de sazón le supusieron un reto, si lo hizo la interacción con la gente. “Me tomó un buen tiempo entender el sentido del humor del quiteño. El guayaco tiene un sentido del humor más directo y menos irónico”, recuerda.

Pese a ello, decidió quedarse y pronto se enamoró de la ciudad, sobre todo de sus bosques y áreas verdes. “Yo tengo un romance con los parques. Creo que nace de ese trauma de que en Guayaquil siempre nos han prohibido hasta tocar el césped, en cambio acá hay parques y bosques en todas partes”, asegura.

Sin embargo, afirma que disfruta regresar al Puerto Principal. “Mi familia está allá, mis amigos. Creo que cada sitio tiene su encanto”, añade. 

Romper con los prejuicios gastronómicos

Mariuxi Ávila llegó a Quito en 2021, tras aceptar una propuesta laboral. Hasta ese momento, no se había imaginado viviendo en la capital, ciudad en la que había residido hacía veinte años. Sin embargo, la ingeniera en Artes Multimedia decidió aprovechar la oportunidad para instalarse en la urbe.

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Mariuxi Ávila se mudó a Quito en 2021 por una oportunidad laboral.Cortesía

”Llegué a la ciudad ya casi a finales del 2021 y honestamente fue un shock. Quito no era el mismo lugar que yo había conocido, y después de la pandemia le costó mucho reactivarse. Adaptarme a ese ritmo pausado, lento; fue el primer reto que viví”, recuerda.

Pero no fue el único. Trabajando en la capital también tuvo que adaptarse a las diferencias culturales entre ambas ciudades, que hacían más complejo el ambiente laboral. “Somos un país tan pequeño pero tan distinto. Mi tono normal era percibido como violento, entonces tuve que aprender a expresarme de otra forma, no tan asertiva. Eso siempre es complicado”, comenta.

Pese a ello, halló en la capital cosas que la fascinaban, como la amplia agenda cultural, el funcionamiento de la ciudad y la enorme cantidad de áreas verdes.

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“Cuando ya vives en Quito, logras romper un montón de prejuicios. Uno de esos es que no puedes encontrar un buen encebollado. Unos amigos me llevaron en un tour de encebollados a La Vicentina, a la Villaflora y al barrio Obrero Independiente. Fue muy interesante”, dice. 

Los beneficios de pasar del calor al frío

A fines de febrero de 2020, el escritor y cronista Francisco Santana llegó a la capital para participar en un programa laboral. Sin embargo, antes de que este concluyera, se decretó el confinamiento producto de la pandemia de covid 19 y ya no pudo regresar al Puerto Principal.

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El escritor Francisco Santana llegó a la capital poco antes del inicio del confinamiento.Cortesía

Sin embargo, cuando meses más tarde se levantaron las restricciones de movilidad, decidió permanecer en la capital. “Honestamente nunca me había imaginado viviendo en Quito, pero simplemente me quedé. No es una ciudad que me sorprendiera, porque solía venir por trabajo, pero es una ciudad que me gusta”, señala.

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Y aunque otros guayaquileños se quejan de las dificultades para adaptarse al fluctuante clima capitalino, este asegura que para el no fue un problema. “El clima es mucho más amable. Guayaquil es muy caliente y la humedad me sofoca. La verdad es que sufro mucho con el calor y me deshidrato. Para un trabajo como el mío, que es de escribir y pensar, el frío es más amable”, indica.

Vuelve esporádicamente a su Guayaquil natal, pero señala que adaptarse a nueva ciudad es más sencillo cuando se hace a través de los afectos y eso, asegura, es clave para su cariño por la Carita de Dios. “Siento que más que cualquier otra cosa, la ciudad son las personas y en Quito tengo grandes amigos, personas con las que siempre puedo contar”. 

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