Quito

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Gabriela Miranda llevó a Frida a visitar a Doménica Sevilla, quien sufrió una fractura. La joven se animó con los juegos y caricias de su ‘dogtora’ Karina Defas

‘Dogtores’, los aliados en el tratamiento de los pacientes

Cinco perros visitan las habitaciones de un hospital en Quito, de lunes a viernes Están entrenados para jugar y dar alivio

Recorren los pasillos del amplio edificio calmados, saludan con cariño a quien conversa con sus guías, despiertan curiosidad y ternura entre todos esos humanos que llegan en la búsqueda de alivio, diagnóstico y tratamiento para sus problemas de salud.

No llevan bata ni pasaron por una Facultad de Medicina, pero se ganaron su título de ‘dogtores’ a punta de caricias, juegos y compañía. Ellos son Bruce y Frida, dos canes de terapia de la empresa Nuna Dog, que de lunes a viernes visitan a los pacientes internados en el hospital Vozandes, en el norte de Quito.

Llegan cada mañana junto a Yolanda Rodríguez y Gabriela Miranda, especialistas en intervenciones asistidas con animales y son la alegría del hospital. La visita de un perrito no cura ningún mal, pero ayuda en el ánimo de los pacientes.

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Un ejemplo es Doménica Sevilla, quien se fracturó una pierna cuando jugaba fútbol y requirió hospitalización. Apenas vio entrar a los perros y a sus guías, su semblante cambió y se iluminó con una sonrisa. “Es hermoso recibirlos. Te dan vida y alegría. No sabía que había este tipo de terapias y me parecen muy buenas”, dice.

Miranda explica que su trabajo es hacer intervenciones estructuradas para humanos, con ayuda de animales y que tienen un objetivo terapéutico. Compartir tiempo con perros adiestrados permite a los pacientes disminuir el estrés que implica tener una enfermedad o lesiones por un accidente y requerir de hospitalización.

Los niños pierden un poco el miedo a los procedimientos que requieren y los adultos hacen una pausa para desconectarse de todo. En ambos casos, el apoyo de estas mascotas sirve para volver a la calma.

Rodríguez es de nacionalidad española y se radicó en Ecuador porque su esposo consiguió empleo aquí. En su país natal, ella trabajaba en un banco, pero en Quito las finanzas quedaron atrás. Primero se formó como entrenadora de animales y luego se especializó en terapia asistida con esos seres vivos.

Ella y Miranda tienen cuatro perros cada una, todos rescatados. Cinco de ellos trabajan en el hospital, pero ninguno es parte de un centro canino. Tienen una vida normal, junto a sus humanos, en sus casas.

Ellos son herederos del legado de Suco, el primer perrito de terapia hospitalaria que trabajó en el Vozandes. Murió hace un año y el personal colocó una placa en su memoria, para recordar la huella que dejó en los pacientes y en el equipo.

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Los perros también alegran al personal médico. El doctor Gustavo Leoro, junto a Bruce y Frida, en un pasillo del hospital.Karina Defas

El doctor Gustavo Leoro es el jefe de Cirugía del Vozandes. Disfruta de sus encuentros con los canes y resalta lo innovador de contar con ‘dogtores’ en un hospital. Esto no es común en Ecuador, dice, pero menciona que en el mundo existen varias experiencias y resultados positivos, incluso para pacientes en terapia intensiva.

Por ejemplo, el año pasado, el Hospital del Mar, de Barcelona (España), inició su programa piloto de intervención con perros a estas unidades. De acuerdo con un reportaje recogido en National Geographic de diciembre de 2023, tras sus visitas, se ha visto menor ansiedad y dolor en los pacientes.

El hospital Sant Joan de Déu, en España, fue pionero en su país en este tipo de experiencias, a partir de 2010. Su objetivo es el de usar estrategias innovadoras en programas que permitan la humanización en esos centros. Allí, las visitas se extienden también a salas de emergencia.

Siempre he tenido perros y siempre me ha gustado, pero quería hacer algo diferente. Empecé siendo entrenadora y luego me enganché con el lado terapéutico y me encanta ese trabajo.

Yolanda Rodríguez, entrenadora 

“Hay que entender que el tratamiento de un paciente es integral, no solo la parte física y sus enfermedades, sino también la parte emocional. Los animales ayudan en la evolución favorable de los pacientes”, dice. Él subraya que hay un impacto positivo de este tipo de terapia para gestionar el aspecto psicológico. Así, afirma, se consigue que las personas se adhieran mejor a la estrategia médica.

En esa casa de salud, la coordinación de este programa está a cargo de Mariela Pacheco, ejecutiva de experiencia. Ella es psicóloga y cuenta que la idea es generar iniciativas que trabajan en la percepción que tienen los pacientes sobre los médicos y la evaluación es positiva.

Relata que se trabaja cada caso según sus particularidades. Por ejemplo, cuando los niños lloran al ver a un médico entrar, cambian de estrategia y él ingresa con el perro. Conversan con el infante y poco a poco lo tratan, una vez que se relaja al acariciar al can y jugar un poco.

Llevamos tres años con este proyecto y ha sido muy enriquecedor porque tenemos buenos resultados con los pacientes, en cuanto a motivación y la adherencia a su tratamiento.

Mariela Pacheco, psicóloga 

En el caso de los adultos, se aplica una terapia que apela a la regresión: buscan algo positivo en el pasado para motivarlos. “Cuando el cerebro recuerda, revive la cascada emocional que recibió en ese momento”. Por eso, esta estrategia médica es especialmente útil, por ejemplo, antes de llevar a un paciente a una intervención en quirófano.

En Quito, hay perros de terapia independiente. No acuden a hospitales sino que hacen visitas domiciliarias y otras opciones.

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