Quito se enfrenta a efectos adversos por una baja natalidad
Desde 2019 hubo una caída abrupta en el indicador, hasta llegar a un promedio diario de 79 nacimientos
En Ecuador el 2,1 es un número mágico, como lo llama David Vera, docente de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE). Esa cifra corresponde al nivel de reemplazo, un indicador que asegura que la población no decrezca e implica un promedio de 2,1 hijos por mujer.
En los últimos años, el país se ha sumado a una tendencia que es regional y mundial: el descenso de la natalidad. Por ejemplo, en 2001 la cifra fue de 3,12 y en 2010 de 2,67.
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Proyecciones del INEC
En 2022, según el documento ‘Proyecciones de población y omisión censal’, del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el promedio se ubicó en 1,86, lo que significa “que ya estamos por debajo de la tasa de crecimiento”, explica Vera.
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Leer másEn Pichincha la situación es aún más compleja, con un dato de 1,3 (el más bajo del país). En 2023, de acuerdo con el INEC, en Quito nacieron en promedio 79 niños y niñas por día, es decir una reducción del 37 % en comparación con 2009, cuando se registraron 125.
Vicente Albornoz, economista y docente de la Universidad de las Américas (UDLA), señala que desde ese año hubo un descenso lento, con 113 en 2018, pero desde 2019 se evidenció una caída abrupta, hasta llegar a los 79 en 2023.
También es evidente que en las últimas décadas, más hombres y mujeres han aplazado la posibilidad de ser padres o decidieron no serlo. Para Ivonne Espinoza, de 40 años, concebir hijos nunca fue una opción. Considera que para ello es necesario tener estabilidad, sobre todo emocional y económica. Para Estefanía Egas, de 35, los tiempos son cada vez más difíciles y “en un mundo egoísta, resulta descabellado seguir trayendo niños al mundo”. Lo que no descarta es adoptar, como un acto de amor por sí misma.
Vicente Albornoz, economista
Las cifras reveladas por el INEC ya muestran una tendencia que se espera se mantenga a futuro. De hecho, para 2050 se estima que el nivel de reemplazo será de 1,70. Albornoz menciona que los efectos de esa estadística ya se pueden evidenciar con menos niños en guarderías y en el prekínder, por ejemplo. No hay disponibles datos oficiales al respecto, pero Marisol Tamayo, dueña de un Centro de Desarrollo Infantil (CDI) en Pusuquí, lo ha palpado. En 2019, antes de la pandemia, atendía hasta 15 menores, pero ahora tiene apenas seis. Comenta que una situación similar ocurre en otros centros más grandes, que antes cuidaban hasta 64 menores y en la actualidad apenas unos 30.
Situación económica frena la maternidad
Tamayo menciona dos factores de esa realidad. Uno es que desde la crisis sanitaria, muchas personas quedaron desempleadas y sin recursos para pagar un CDI. El otro es que muchas parejas decidieron no tener hijos. “La situación actual tampoco contribuye y las mujeres ya piensan dos veces antes de tener hijos”, admite.
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Leer másA mediano y largo plazo, las implicaciones serán mayores, con menos estudiantes en la universidad, menos ingresos al mercado laboral y menos aportantes a la seguridad social.
“La del 2009 es la generación más grande de Quito, ¿pero quién va a pagar esas jubilaciones si 10 años después la natalidad cae de manera acelerada? Es un efecto cascada”, agrega Albornoz.
Pero en Quito no solo la natalidad es baja, sino que la esperanza de vida es mayor, con un promedio de 82 años, frente a los 75 a escala nacional. “Eso quiere decir que las personas viven más y hay menos nacimientos”, señala Vera.
El docente advierte que con ese escenario, en 15 años habrá más personas demandando los servicios de la seguridad social, pero habrá un menor número de aportantes, tomando en cuenta que se trata de un sistema colaborativo-cooperativo, que suma los ingresos de los nuevos afiliados para poder cancelar las jubilaciones.
Vera destaca otro indicador: la tasa de envejecimiento. En Ecuador hay 43,6 adultos mayores de 60 años por cada 100 jóvenes de hasta 15 años; mientras que en Pichincha, que concentra al 87 % del DMQ, es de 53/100. Y para 2035, el INEC proyecta que en la provincia ascenderá a 111/100, superando en solo 10 años el índice de envejecimiento.
Con una población más envejecida, explica el docente, la atención en salud pública es vital, pues se genera más presión sobre este tipo de servicios. “Si con la situación actual de 43 adultos mayores por cada 100 jóvenes, la situación en hospitales públicos y del IESS es crítica, imagínese si se triplica”.
Marisol Tamayo, dueña de un CDI
Por ello considera que es necesario que los servicios crezcan al mismo ritmo. De lo contrario, las probabilidades de una crisis son altas, como ocurre en la actualidad con la energía: la demanda aumentó, pero la producción no creció a la par para cubrir dicha demanda.
Vera recalca que la tendencia que se vive en Quito no es exclusiva. Por ejemplo, Japón y España la vivieron hace dos y una década, respectivamente. Se tomaron medidas como fortalecer los sistemas de salud, con un enfoque en la población adulta, y también, especialmente en Europa, se aumentó la edad de retiro y hay propuestas de subirla hasta los 70 años, para aumentar los años de aporte y reducir los de dependencia.
“No es una situación para alarmarse, pero si no se hace algo nos esperan problemas de aquí en 15 años”, pronostica.
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