Los espacios siguen, los manifestantes escasean
El derrocamiento de la Tribuna de los Shyris reaviva el debate sobre la menguante protesta social y su dinámica
El pasado lunes, tras meses de espera, la Tribuna de los Shyris, erigida en los años setenta y sede de desfiles militares y protestas sociales, empezó a derrocarse. Ese día, una decena de quiteños salió a protestar la decisión municipal.
La escuálida comitiva, sosteniendo letreros escritos a mano y banderas del Ecuador, permaneció en el sitio un par de horas. Luego, este quedó vacío y la obra continuó.
Para Tomás Quevedo, sociólogo y profesor investigador de la Universidad Central del Ecuador (UCE), esta muestra y otras similares que se han dado en los últimos dos años, son un síntoma de una realidad que empezó a manifestarse en 2014: en Quito, la protesta social de sus propios ciudadanos se ha reducido considerablemente.
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“Quito siempre fue una ciudad de barricadas, de lucha, sobre todo durante la mitad del siglo diecinueve y todo el siglo XX...Sin embargo, hoy en día existe una despolitización generalizada en la gente que ha cambiado el sentido de la ocupación del espacio público”, indica.
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Leer másY si bien los estallidos sociales de 2019 y 2022 quedaron firmemente grabados en la historia nacional, este considera que es necesario plantear cómo ambas surgieron a raíz de las movilizaciones de los pueblos indígenas.
En ese sentido, no son los espacios para la protesta social los que escasean, sino más bien los manifestantes.
“El que se derroque la Tribuna de los Shyris tiene un sentido simbólico que es digno de análisis”, indica la socióloga María Vega.
Esta considera que el sitio tuvo tres momentos importantes en la historia de Quito; el primero, como un sitio de conmemoración nacionalista donde se festejaban las fiestas patrias y las festividades de la ciudad, luego como el sitio de manifestación del correísmo y finalmente, su uso por parte de la oposición.
“Hoy en día, ya no tiene ninguna de esas connotaciones, por que la protesta social, a favor o en contra de un gobierno o de una medida, ya no se está dando en las calles sino en las redes sociales. Para que la gente salga a las calles como lo hacía en la década de los noventa, se necesita que alguien más siempre dé el primer paso, esa es nuestra dinámica actual ”, asegura.
Quevedo agrega que el derrocamiento de la Tribuna no reduce o limita los espacios para la lucha social, pues a la par de esta, las últimas protestas se han concentrado en zonas como el parque El Arbolito, la plaza de Santo Domingo y las universidades del centro norte.
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Tomás Quevedo
“El espacio público toma sentido cuando son las personas las que se apropian de él y se lo dan, ya sea un sentido cultural, social, político o incluso económico”, indica.
Para el cronista de la ciudad, el historiador Alejandro López, hablar de la “pérdida” de la Tribuna es erróneo.
“Hay otros lugares que podrían ser considerados como lugares de la memoria en cuanto a temas políticos. Y si bien es cierto que este espacio fue usado esporádicamente para la protesta social, lo cierto es que tampoco fue inventariado como parte de los bienes patrimoniales de la ciudad (como lo son los inmuebles que tienen más de un siglo de antigüedad) y últimamente se había convertido en un foco de inseguridad”, dice.
Este agrega que pensar en la protesta social en relación a este espacio es irónico, considerando que fue construido durante una dictadura militar, y planteada como un espacio para incentivar el espíritu cívico.
Los vecinos de la zona también consideran que el sitio es lo de menos cuando de hablar de protestas se trata.
“¿De qué espacio hablamos?”, se cuestiona Juan Polo, residente de la zona desde hace más de treinta años. “No es un sitio homogéneo, como el parque El Arbolito, por ejemplo. Por aquí han pasado quienes apoyaban a la Guerra del Cenepa, quienes estaban en contra, los forajidos, el correísmo con sus conciertos de música protesta y los “quiteños de bien” que venían a aplaudir a los policías, de todo como en botica. Ahora, en cambio, los gobiernos toman medidas nefastas para el pueblo, como el aumento del IVA, y salen tres pelagatos, viejos como yo a marchar. No es el sitio, es la época”, asegura.
Sin embargo, otro factor para la reducción de la acogida, es el despliegue de seguridad que se lleva a cabo cuando hay manifestaciones, indica Tomás Quevedo.
“La Policía tiene protocolos que te llevan hacia la vereda, que te impiden ocupar efectivamente el espacio... Además ha permeado esa idea de que hay ‘gente de bien’ y quienes protestan, y que la ciudad es un patrimonio inamovible que no debe ser manchado. Pero hay que tener en cuenta que los espacios, las ciudades se construyen en base a disputas permanentes”, afirma.
Leonardo Zaldumbide, historiador y coordinador de Educación Continua en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), agrega que la relación entre el espacio público y la memoria es polisémica, y que es inevitable que las ciudades cambien conforme cambian las épocas y las preocupaciones de sus ciudadanos.
“Este espacio (la Tribuna) se construye en un momento en que la ciudad se moderniza, que rompe la estructura y que se edifica como un espacio cívico-político. Sin embargo, si bien es un espacio importante en ese sentido, las cosas cambian, nada perdura eternamente y la nostalgia es contraproducente. Los lugares deben responder a las dinámicas que los rodean.
Quito necesita más lugares para caminar, porque se ha vuelto una ciudad más aprehensiva, apagada, y que este cambio motive la ocupación de la ciudad, el paseo, es en principio buena”, dice.
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