Generadores de energía: necesarios pero incómodos en el valle de Tumbaco
En la mañana, en tres parroquias del valle de Tumbaco pocos negocios usan generadores, pese a ello, el ruido es invasivo
Desde hace dos días, Cecilia Mantilla tiene un fuerte dolor de cabeza debido al ruido del generador que tiene en la entrada de su papelería, ubicada en el parque Central de Puembo, parroquia situada al oriente de Quito.
Hace un mes se endeudó con $1.000 para adquirir el aparato que le dura hasta siete horas. “Era eso o no abrir”, dice la mujer. El 80% de su negocio funciona con energía. A diario llegan decenas de clientes para imprimir, sacar copias o usar una de las cuatro computadoras que tiene.
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Leer másRecuerda que durante tres semanas, al inicio de los apagones, trabajó a pérdida. Comenta que al estar el local a oscuras, la gente pensaba que estaba cerrado y se iba. Pese al dolor intenso de cabeza, Mantilla opta por tomar una pastilla y continuar al frente de su negocio.
En la cuadra que está la papelería, su generador es el único encendido. María Vaca, dueña de una panadería, está en la misma zona, pero sí tiene luz, ya que pertenece a otra subestación, sin embargo, cuando se corta el servicio, también utiliza el equipo.
A inicios de octubre adquirió uno de 18.000 watts que le abastece para todo el negocio. Al igual que Mantilla, cuando lo enciende le da dolor de cabeza y siente una especie de zumbido en el oído. “Es lamentable lo que estamos viviendo, pero solo queda buscar soluciones para no cerrar”, comenta.
Alrededor del parque Central de Puembo hay decenas de negocios como tiendas, restaurantes, verdulerías, un hotel... y si bien en la mañana la mayoría no usa generadores, el ruido de los pocos que están activos perturba la tranquilidad a la que estaban acostumbrados los vecinos de la zona.
Lucía Mejía vive desde hace 20 años en la parroquia y lo que más ha disfrutado es la lejanía con la ciudad y el ambiente de paz, pero con el bullicio de los generadores la situación cambió. “Así sean pequeños el sonido es muy fuerte, pero también debemos entender que, al menos los negocios, los necesitan”, indica.
Una situación similar en Tababela y Cumbayá
Un panorama similar se vive en Tababela y Cumbayá. En la primera, pocos locales usan estos equipos y aún así, “el sonido es abrumador”, dice Daniela, quien prefirió omitir su apellido. Además de dolor de cabeza, ha sentido ansiedad y estrés.
En la mañana, en la Francisco de Orellana, una de las más comerciales de Cumbayá, el ruido de los generadores es intenso, aunque escasos negocios los usan. La demanda se incrementa en la tarde y noche. Mishelle López comenta que en algunos locales incluso funcionan hasta la noche, lo que ha generado molestias a los vecinos porque no pueden dormir.
Para Enma Aranda, dueña de una ferretería en la parroquia, los generadores se han convertido en “un mal necesario” y cada vez tiene más compradores. Solo en octubre vendió 160 de 7.500 watts, es decir, 60 más que en septiembre. Su costo oscila entre $ 2.000 y $ 2.500. Para este mes está a la espera que le lleguen otros 40, de los cuales ya le reservaron ocho.
Efectos en la salud
La cantidad de ruido que puede emitir un generador eléctrico, dependiendo de los watts, está entre 40 y 110 decibeles, lo que puede generar efectos negativos en la salud a nivel auditivo como hipoacusia (baja auditiva) y también desatar “problemas de estrés, ansiedad y cambios de humor”, explica Andrea Lozada, médico familiar.
Contaminación ambiental
Pero el ruido no es el único problema derivado del uso de generadores. Un reciente estudio de la Universidad de las Américas (UDLA) mostró que entre más horas de cortes de luz, mayor es la contaminación del ambiente, principalmente con dióxido de azufre.
Durante la investigación se tomó muestras en nueve barrios de la ciudad, incluyendo el Centro Histórico y los valles de Tumbaco y Los Chillos, y se determinó que se ha triplicado la contaminación con este gas, cuyas partículas aumentaron hasta en un 180 %.
Rasa Zalakeviciute, investigadora de la UDLA, explica que en los valles la situación es más preocupante debido a que al ser una zona rural generalmente el aire es más limpio y por ello se evidencia más contaminación.
Una de las posibles causas es la cercanía con una termoeléctrica con la que se compensa la falta de energía hidroeléctrica y para ello se quema diésel de baja calidad, lo que produce un alto nivel de azufre y se forma el dióxido de azufre, que causa afectaciones respiratorias severas.
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