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Cientos de enamorados llegan hasta el mirador de Guápulo, en el nororiente de Quito, para ‘sellar’ su amor. Colocan un candado en la reja del lugar y luego se deshacen de la llave.Leonardo Velasco

Guápulo, entre el amor y el abandono

El mirador de la localidad se ha convertido en el sitio para conmemorar los noviazgos. Los enamorados conviven con la maleza, la basura y el descuido

París tiene el Puente de las Artes, Nueva York el Puente de Brooklyn y Quito el mirador de Guápulo. Hasta ahí llegan cientos de parejas a cumplir con una popular tradición: colocar un candado en la baranda y luego deshacerse de la llave. El rito sirve como una declaración de amor infinito, pues sin la llave, el vínculo no podrá romperse.

Pero si bien el impresionante paisaje de la localidad contribuye con un romántico telón para este menester, al tratar de colocar el candado, la ilusión se rompe frente a la más terrenal realidad; están rodeados de basura, maleza, grafitis y una innegable sensación de abandono.

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Y es que, si bien el mirador podría ser uno de los espacios más románticos de la capital, este convive con el descuido.

Ni bien se ingresa al espacio, un cartel informativo, totalmente rayado con marcadores y pintura en spray, recibe a los visitantes. A pocos pasos, un puente peatonal de madera ofrece un delicado cruce, pues una tabla está floja y hay que saltarla.

Junto a los candados, el suelo está cubierto de colillas de cigarrillos y botellas de licor vacías y rotas. En los matorrales se puede ver un preservativo descartado.

Al bajar las escalinatas, el panorama desolador continúa; maleza, basura, rayones, barandas oxidadas y más. Junto a los juegos infantiles, un grupo de universitarios bebe cerveza y pone música en un parlante.

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La maleza y el descuido del área verde es visible en todo el mirador y el parque dentro del mismo.Leonardo Velasco

Mercy Chacón ya está acostumbrada. Pasa por el mirador a diario para ir a su trabajo y volver a casa. A veces hasta puede ignorar el descuido.

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“Es cosa de todos los días. No importa cuántas mingas hagamos, cuántas veces pidamos más controles a las autoridades, el mirador siempre está hecho una lástima, con basura en todos lados y lleno de borrachos. Ya hasta nos hemos cansado de pedir ayuda”, dice.

La mujer añade que la situación se complica en las noches, pues el mirador se llena de personas que llegan en auto a beber ahí, y ponen música a todo volumen. Los desperdicios, asegura, se acumulan sobre todo a partir del viernes.

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Vecinos señalan que el espacio se usa para beber, sobre todo en la noche.Leonardo Velasco

Agrega que si bien se hace mantenimiento y limpieza en el lugar por parte del Cabildo y de los moradores, los efectos duran poco, pues son los visitantes quienes contribuyen con el deplorable estado del espacio.

Con ella concuerda Andrés S., quien reside en uno de los edificios cercanos al mirador.

Este indica que el ruido inicia a partir del jueves y se incrementa los fines de semana.

“Es bastante molesto. Llamamos a la policía, pero no llegan y cuando llegan los espantan un rato y más tarde vuelven”, dice. El vecino asegura que antes del toque de queda se podía ver a los libadores hasta las 04:00.

“Con la situación actual ha bajado un poco la afluencia, pero no es un alivio permanente. Ya lo vivimos después del confinamiento: primero dejaron de venir, pero al poco tiempo, sobre todo cuando se retomaron las clases presenciales en las universidades, ya estaban otra vez aquí desde el jueves”.

Señala que la solución es la vigilancia permanente y una Unidad de Policía Comunitaria (UPC) más cercana al lugar y con un mayor número de personal.

“Con los vecinos hemos hecho las solicitudes para que aumente la vigilancia, pero nos han indicado que ya hay la infraestructura de la UPC, y que otra UPC no es viable sin un estudio. Aquí se puede potenciar muchísimo el turismo, pero no prosperará en las condiciones en las que se encuentra”, señala.

Letreros informativos, bancas, juegos y escalinatas están llenos de grafitis y oxidados.
Letreros informativos, bancas, juegos y escalinatas están llenos de grafitis y oxidados.Leonardo Velasco

Control y descontrol

A inicios de 2023, la Agencia Metropolitana de Control (AMC) incluyó a Guápulo entre los puntos críticos de la ciudad para el consumo de alcohol en el espacio público.

La declaratoria se tradujo en un aumento en los controles para la localidad y en el número de sanciones para quienes beben ahí. En este sector, por ser zona turística, la multa es de $512.

Pero en Guápulo, explicó en una entrevista Jaime Prado, presidente del Cabildo de la localidad, el tema de los libadores no se concentra solo en el mirador, pues otras vías también se enfrentan al mismo problema. La capacidad de las autoridades es insuficiente para patrullar todos los puntos.

“Guápulo tiene vías muy angostas. No es fácil que la Policía o la AMC se encuentre en todos los sectores, tampoco la seguridad privada”, dijo.

Entre las propuestas que esperan se tomen en consideración está la colocación de cámaras para fortalecer el patrullaje y la designación de un mayor número de efectivos.

El barrio que acogió al ‘presi’ y a su familia

Tras la posesión del primer mandatario, Daniel Noboa, se conoció que Guápulo se convertiría en su futura residencia. En noviembre del año pasado, este y su familia se mudaron a la Quinta Huasipungo, una emblemática casa que comparte cercanía con la residencia de la embajada de España y la impresionante iglesia patrimonial Nuestra Señora de Guápulo, fundada en 1620.

Para los moradores del sector, la decisión del mandatario representó una alegría, pues como explicó Prado en su momento, esperaban que la novedad se transformara en obras para el barrio.

Y sí ha tenido sus resultados, pues bien por casualidad o planificación previa, Guápulo cerró el año pasado con el mantenimiento del adoquinado en el tramo desde el redondel de la av. Simón Bolívar hasta el inicio del primer puente vehicular que conduce al barrio y trabajos en la vía empedrada El Calvario, que bordea el parque de Guápulo.

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