Quito

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Los afectados del aluvión tuvieron que empezar de cero para recuperar sus negocios sin la ayuda de las autoridades.Foto: Karina Defas / EXPRESO

Heridas del aluvión: el olvido agrava el dolor

Familias de La Comuna y La Gasca dicen que la ayuda no llegó a todos. Hay tristeza y enojo por el abandono de autoridades

Las cicatrices del aluvión de 2022 aún marcaban la piel de La Gasca y La Comuna cuando, dos años después, la quebrada El Tejado volvió a rugir. Un nuevo deslave, menos feroz que el anterior, pero igual de hiriente, reavivó el dolor de una comunidad que aún batalla por sanar.

La mirada de Consuelo Arias refleja una profunda impotencia. Su zapatería, ubicada en la avenida La Gasca y Francisco Viteri, ha sido víctima del aluvión dos veces en dos años. En el 2022, la furia del río se llevó su mercadería, maquinaria y la esperanza. La ayuda, recuerda con amargura, nunca llegó.

Esa noche, la emprendedora tuvo que acudir a un centro de donaciones para buscar lo que el aluvión le había arrebatado. Las autoridades, asegura, nunca visitaron su local. Para reponerse, solo contó con el apoyo de toda su familia.

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Dos años después, la pesadilla se repitió. Sus familiares se trasladaron desde el sur de Quito hasta La Gasca para ayudarla a sacar el agua y el lodo que inundaban su negocio. Palas y baldes fueron sus únicas armas contra la devastación. “Pasaban camionetas del Municipio”, relata Arias, “pero nadie se detuvo a ayudarme”.

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Su negocio, que resurgía tras meses de esfuerzo, se vio nuevamente golpeado por la furia de la corriente. Zapatos nuevos y reparados nadaban en un mar de lodo, mientras las lágrimas de la afectada brotaban sin control. La ayuda oficial, una vez más, “brilló por su ausencia”.

Tres días después de la emergencia continuaba limpiando. Sus manos estaban cubiertas de polvo, los zapatos que alcanzó a rescatar los tuvo que lavar para sacar el lodo. La pared y los muebles aún conservan la marca del caudal que ingresó sin clemencia. Ante la desgracia se muestra optimista. No quiere abandonar ese sector que por 30 años le ha acogido y hace un llamado a las personas para que visiten su local. La única forma de levantar su negocio es con trabajo, afirma.

Para las familias de La Gasca y La Comuna, hablar del 31 de enero de 2022 es remover una herida que aún no sana. La tragedia del aluvión, que se llevó la vida de 28 personas y dejó a otras tantas con graves daños físicos y materiales, sigue presente en la memoria colectiva.

Karina Vela recuerda con amargura cómo hace dos años la desalojaron de su vivienda ubicada en una zona de riesgo en la ladera de El Tejado. En ese entonces, las autoridades le prometieron una reubicación gratuita. Sin embargo, hasta ahora, la realidad es muy distinta. 

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La tragedia que sucedió en La Gasca y La Comuna se quedó grabada en la memoria de los sobrevivientes y en las fotografías que reviven el temor que sintieron en el momento del desastre.Foto: Karina Defas / EXPRESO

Ella relata que le han comunicado que para acceder a las viviendas de relocalización, que son considerablemente más pequeñas que su hogar original, debe pagar 18.000 dólares, una cifra imposible de asumir para ella y su familia de cinco integrantes.

“Nos iban a reubicar en el sector de Carretas, pero hasta el momento no se ha cumplido”, afirma con frustración. Tampoco ha recibido los bonos emergentes ni los quioscos que les prometieron, lo que se ha convertido en los últimos dos años en una verdadera pesadilla.

Cristian Cumbajín es uno de los tantos que guarda en su memoria el horror de esa noche. El aluvión lo sorprendió mientras conducía su taxi. Tuvo que saltar del vehículo para evitar ser arrastrado por la corriente de lodo, árboles y escombros. 

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Las consecuencias: una pierna casi amputada y 15 cirugías para volver a caminar. Relata que gracias a la ayuda de la empresa privada pudo recuperar su vehículo. A pesar del dolor y las dificultades, la tragedia también le sirvió para unir a la familia.

Para Jenny Cañaveral, estos dos últimos años han sido especialmente difíciles. El aluvión de 2024 reavivó el dolor por la pérdida de su hermana Mariela Cañaveral y su cuñado Pedro Bayas, quienes fallecieron en 2022. Tras la tragedia, su sobrina quedó huérfana y a la espera de una beca estudiantil que, según Jenny, “todo quedó en ofrecimientos y actas en el Municipio” de Quito.

La pequeña está a cargo de los padres de Cañaveral, dos adultos mayores sin recursos. A ellos les ofrecieron un bono de orfandad que, “luego dijeron que ya no existe”, según relata la mujer. Su sobrina recibió una subvención de 425 dólares una sola vez, contrario al ofrecimiento inicial de cubrir sus estudios hasta terminarlos.

Para las familias afectadas por el aluvión, esta tragedia les causa sentimientos encontrados. Tristeza por las vidas perdidas, enojo por la irresponsabilidad de las administraciones pasadas que no atendieron las disposiciones preventivas en las quebradas, y pesar por la ayuda que llegó a medias.

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