
Los improvisados agentes de tránsito esperan unos centavos
Hombres y mujeres exponen sus vidas para poner en orden al caos vehicular de zonas problemáticas. Ellos reciben “la voluntad” de los conductores
¡Haz que pare!”, grita Alexis a su novia Daniela para que el carro que sube por el Pasaje 10, ubicado en la Mena 2, en el sur de Quito, espere su turno para circular. La calle, de unos 80 metros de largo y unos cinco metros de ancho, tiene alto flujo vehicular.
La pareja ha visto una oportunidad de trabajo en el caos de la capital. Como ellos, hombres y mujeres de escasos recursos optaron por convertirse en agentes de tránsito criollos en los sitios conflictivos de Quito para ganarse unos centavos.
“Como la calle es angosta y no hay buena visibilidad entre los que suben o bajan, hasta se han peleado a puñetes los conductores”, relata Alexis, vestido con zapatos de fútbol sin medias, buzo amarillo con capucha y mascarilla. Allí se han dado atropellamientos y choques.
El muchacho, quien habla bajito y sonríe con cada moneda que le ‘cae’, tuvo con Daniela una nena, de dos años. “Algunas personas creen que los chicos usan el dinero que les regalan para los vicios, pero con eso se ayudan en los gastos”, explica Francisco, tío de Alexis, quien camina por la calle.
Pero la pareja no es la única en trabajar de ese modo. También está Heydi, una vecina que tiene una nena de 10 meses. “No es mucho lo que se gana, pero al menos saco para la leche de mi hija, porque con el sueldo de mi esposo no alcanza”, dice.

Su esposo es albañil, pero no siempre tiene obras. Entonces entran en desesperación.
Alexis, Daniela y Heidy son conocidos en el barrio, por lo que la mayoría no tiene problemas en ‘pagar’ a los improvisados agentes de tránsito. Pero, como ellos, no todos trabajan acompañados.
En calles como la Fidel López Arteta, ubicada en el centro sur de la urbe, Darwin Reasco trabaja solo. “¡Espere!”, “¡Vaya!”, son sus frases recurrentes, pues él se encarga de que los vehículos que bajan por esa vía no se choquen con los que van por la avenida Velasco Ibarra.
A diferencia del Pasaje 10, esta es una vía rápida y Darwin, de 40 años, hace maniobras para pararse en media avenida y extender el brazo.
-¿Alguna vez lo han atropellado?-“Nunca y eso que voy 10 años aquí. Hay que saber esquivarse”, responde. A su atuendo le ha sumado un chaleco naranja fosforescente. Dice que lo hace visible y lo mantiene a salvo.
Se asegura de que en cuanto pase un vehículo de la calle secundaria lo haga también uno de la avenida principal.
Empieza a llover y Darwin ni se inmuta. Tampoco tiene paraguas. “Cuando llueve hay más caos en la ciudad y, por lo tanto, más tráfico. Aunque no todos colaboran”, espeta, mientras un carro negro casi lo atropella en su intento de huir y no darle una moneda. “Si esto no es obligación, es la voluntad”, reclama.
- Algunas personas dicen que lo que ganan aquí es para el vicio... - “Que digan lo que quieran, con esto mantengo a mi mujer. Mañana ya tengo que pagar el arriendo y aún no completo”. Darwin es esmeraldeño y hace diez años salió de la cárcel en su tierra. Aunque evita hablar de lo que lo llevó a estar preso, sí cuenta que al quedar libre no pudo conseguir trabajo por sus antecedentes y “debía ganar dinero para vivir”.
Aunque Darwin no ha sufrido accidentes, ‘agentes’ como Luis Eduardo Landázuri, un artesano retirado, no han tenido tanta suerte. Cuando empezó a “dar paso” en la intersección de la calle Remigio Crespo Toral y avenida Velasco Ibarra, en el centro de la urbe, fue golpeado por un automotor y desde entonces su pie derecho quedó lesionado. “Me duele de vez en cuando, pero no tengo otra forma de ganar dinero”.
Tenemos miedo de que le pase algo al vecino (que hace control de tránsito), pues se expone a que lo atropellen. Esta es una vía de alta velocidad.
Los chicos ayudan bastante a que no ocurran accidentes en esa intersección, pero sí es una responsabilidad del Municipio mantener en orden las vías.
- $ 120 mensual es el promedio de ingresos que generan estos controladores de tránsito.