Quito

Inseguridad Quito
Solanda se caracteriza por tener cientos de pasajes y en cada uno los vecinos instalaron puertas.Foto: Karina Defas / EXPRESO

La inseguridad delinea límites y fronteras en los barrios de Quito

Los vecinos buscan formas de protegerse de la ola delictiva cerrando callejones o levantando muros 

Muros más altos, guardias de seguridad que controlan el ingreso y salida de las personas, cercas eléctricas, grandes portones, cámaras de vigilancia... Estos elementos son cada vez más frecuentes a lo largo de la ciudad. ¿La razón? La creciente inseguridad que se vive en la capital.

Para los vecinos, ninguna medida de protección está demás. “Es una forma de mantenernos más seguros. En mi casa robaron dos veces”, dice Ana, una moradora de Solanda, en el sur de Quito. El sector se caracteriza por tener cientos de pasajes y en cada entrada, desde hace algunos años, se colocó una puerta.

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Hasta la tarde, la mayor parte de ellas permanecen abiertas y cualquier persona puede acceder, pero pasadas las 18:00 se cierran con llave. Solo quienes tienen su copia ingresan.

En el norte de la capital se observa una situación similar, aunque con amplios portones que impiden el ingreso de extraños a grandes y medianas urbanizaciones. Los moradores también pagan guardias privados que controlan los accesos las 24 horas y solicitan la identificación a los visitantes. Los sectores con mayores ingresos cuentan con circuitos cerrados de seguridad y sistemas de alarmas más sofisticados.

Pero no solo los espacios privados se ‘amurallan’, también los públicos, como la Plaza Grande, en el centro, lo que impide la circulación normal de quienes la frecuentan.

Muro en el Colegio Benalcázar

Un caso reciente que generó debate es el del Colegio Benalcázar, ubicado en el hipercentro de la ciudad. Por años, la unidad educativa estuvo cercada por un vallado metálico que permitía ver el interior del plantel, pero ahora se levantó un gran muro. El alcalde Pabel Muñoz defendió la obra y señaló que se la hizo por razones de seguridad.

Mónica Ordóñez, quien tiene un puesto de venta de comida en la Portugal, asegura que a diario veía que les ofrecían sustancias ilegales a los estudiantes y cómo personas extrañas les tomaban fotos a las chicas. “Para mí está bien el muro, es por seguridad de los chicos y tranquilidad de los padres”, opina.

El miedo, un principio urbanístico

“El miedo y la percepción de inseguridad se han convertido en un principio urbanístico, lo que conduce a que el sector público y el privado cierren espacios”, señala el urbanista Fernando Carrión. Menciona que en el país la tendencia comenzó hace más de 15 años y paulatinamente ha ido avanzando.

¿Qué implicaciones tiene una ‘bunquerización’? Carrión recuerda la definición de ciudad del pensador Jordi Borja, cuya esencia es ser un espacio público; pero si cada vez se la va recluyendo, se convierte en un espacio privado.

Muros Quito
En el Colegio Benalcázar se levantó un muro a inicios de año. Antes había un vallado metálico que permitía ver el interior.Foto: Karina Defas / EXPRESO

Además, las personas se vuelven extranjeras dentro de su propio territorio, donde hay una gran cantidad de fronteras y límites. “Para acceder a conjuntos o edificios hay que presentar la cédula, que es el pasaporte; luego tienen que autorizarle, que es como la visa; hasta que finalmente lo registran o pasa por un escáner, que sería la Aduana”, ejemplifica el urbanista.

Para fortalecer la lógica del espacio público, agrega, es necesario un cambio de óptica desde el Gobierno, pasando por el Municipio, hasta la comunidad. Recalca que la inseguridad no se combate con más policías o militares en las calles, sino con políticas integrales.

Para Mauricio Unda, arquitecto y docente de la UIDE, el ‘amurallar’ la ciudad da una seguridad ficticia para los que viven dentro, sin embargo, para quienes transitan por fuera, se convierten en espacios peligrosos al estar prácticamente amurallados.

Unda recuerda los conceptos de urbanistas que señalan que la mejor seguridad son las mismas personas, es decir, cuando la comunidad se apropia del espacio público, lo cuida, se conocen entre los moradores y fomentan un espíritu de vecindad.

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