Intervenir sin deslucir el rostro patrimonial del Centro Histórico
Las avenidas del Centro Histórico se renuevan Las rocas antiguas se conservan
El polvo, el ruido de las máquinas y el golpear de las palas, picos y piedras llevan ya algunos días en la calle Olmedo, que está cerrada por trabajos de intervención de la calzada.
Pero la piedra que manejan no es cualquiera, sino que es considerada como patrimonial, tanto por las autoridades como por locales y foráneos del Centro Histórico.
“Son varias intervenciones integrales de calzadas de piedras que se hacen permanentemente en la zona”, detalló la directora ejecutiva del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), Angélica Arias.
El constante y pesado paso del transporte público va cambiando las piedras de lugar, algunas se mueven, otras resbalan, y otras se hunden en los puntos más críticos donde el transporte se apoya para generar tracción en las pendientes más pronunciadas.
Arias comenta que “estas piedras son características del área Unesco, son piedras sillares”. Se diferencian por tener variados tamaños y pesos que van desde los 5 hasta los 25 kilogramos. Pero con una forma -medianamente- constante que les da el nombre. Hablamos de una piedra que tiene una superficie plana, pero cuyo lado inferior es más bien curvo “como una pancita bien pronunciada” y con ella se asienta sobre la tierra y soportan la carga diaria de vehículos.
Contrario a lo que se piensa, estas piedras no son coloniales y han sido cambiadas a lo largo de la historia. “Las calles tenían otras pendientes y otras rasantes”, puntualizó Arias. Las rocas actuales datan de mediados del siglo XX, es decir que tendrían alrededor de 80 años.
Cuando se mueven las piedras hay preocupación porque la gente cuida nuestro patrimonio.
Aunque no por ello dejan de ser significativas, ya que son parte de la imagen urbana que tiene el Centro Histórico. Además, con el tiempo las rocas van desarrollando una capa de protección denominada “patina”, que las hace más resistentes a la erosión y desgaste, y al mismo tiempo, les da más solidez. Históricamente las rocas venían de una pedrera que se situaba al final de la calle Rocafuerte hasta principios del siglo pasado, justo en la zona que ahora honra la historia con su nombre, La Cantera.
Actualmente, si se dañan, son reemplazadas por proveedores especializados o son repuestas con las que se encuentran en las bodegas del IMP. Allí todas las piedras sobrantes de las adecuaciones se almacenan para futuras intervenciones.
“A mí siempre me gusta el cariño especial que le tiene la gente a las piedras. Yo sé que las personas las cuidan un montón y cuando se mueven hay esa preocupación y a mí me encanta que sea así, porque la gente cuida y quiere nuestro patrimonio”, concluyó Arias.
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El Centro Histórico de Quito fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en septiembre de 1978. A partir de entonces, la tarea de conservarlo en integridad e imagen ha sido un puntal fuerte de los esfuerzos que dedica el Cabildo para mantener viva la llama de su historia.