
Invierno en Quito: Las secuelas de los incendios se sienten en época de lluvias
El fuego debilita y erosiona el suelo y lo hace más propenso a caída de árboles o a los deslizamientos de tierra
Quito registra un récord de caída de árboles en la temporada invernal. Según la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop), en lo que va de 2025, se han atendido 618 emergencias relacionadas con el retiro de especies caídas o en riesgo de colapso en distintos sectores del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ). La cifra representa 427 más casos, si comparamos con el mismo período de 2024, es decir, un incremento del 223%.
El más reciente incidente, que no dejó personas heridas, ocurrió el 11 de abril de 2025 en las calles Balzar y Urdaneta, en el sector de San Bartolo, en el sur. El gran árbol cayó sobre un vehículo. Los bomberos llegaron y cortaron el árbol.
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Un hecho más grave sucedió el 10 de abril en la avenida 5 de Junio, también en el sur. Tras un fuerte aguacero, un árbol de 15 metros cayó encima de dos casas que quedaron destruidas.
Asimismo, el domingo pasado, en Guápulo, por las intensas lluvias hubo un desprendimiento de tierra que arrastró un gran árbol que cayó sobre una vivienda de tres pisos. Tres familias fueron evacuadas.
Al menos desde marzo pasado, se ha registrado un promedio de cinco emergencias diarias relacionadas con caídas de árboles en la ciudad. El notable incremento pasa por diversas razones, la principal: los incendios forestales.
Efecto de los incendios forestales
Septiembre de 2024 fue un mes crítico para la capital a tal punto que se declaró la emergencia. Solo en la época de verano, Quito registró 285 incendios forestales, afectando 1.767 hectáreas. De ellos, nueve fueron identificados de gran magnitud.
Los efectos que dejó el fuego en el suelo son palpables siete meses después. Patricia Carrillo, directora Metropolitana de Gestión de Riesgos del DMQ , explica que la capa vegetal y el árbol en su estructura quedaron debilitados y deshidratados tras los incendios, pero también por la época seca, que estuvo marcada por un déficit hídrico. Ahora, con la presencia de lluvias agresivas, se arrastra ese material y la raíz de las especies queda expuesta.
Por la misma línea lo advierte David Benavides, docente de la Escuela de Riesgos de Desastres de la UIDE. Señala que sin duda hay una relación directa entre los incendios forestales y el aumento de eventos como los deslizamientos de tierra o la caída de árboles.

“La vegetación actúa como un escudo que protege el suelo de la erosión y luego de los incendios queda más expuesta. Con el fuego se destruye la capa superior, esa estructura que tiene miles de microorganismos”, dice.
Agrega que mientras más erosionado esté el suelo, con las fuertes precipitaciones se vuelve más susceptible. Pero esa fragilidad también aumenta con la expansión de la frontera urbana, agrícola y ganadera sin control, además de la tala indiscriminada y otros diversos factores.
Más riesgo de eventos adversos
Por ello, cuando hay incendios, el agua no se infiltra bien y el riesgo de derrumbes, deslizamientos y sedimentación de los ríos se incrementa. Además, las inundaciones o acumulaciones de agua son más frecuentes porque el líquido corre superficialmente, en lugar de que el suelo la absorba.
Una superficie debilitada se traduce en una mayor vulnerabilidad ambiental, sobre todo en zonas con pendientes, sostiene Benavides. Y precisamente allí es donde se han atendido más emergencias por caída de árboles. Según el Municipio, en las últimas tres semanas, solo en el sector del túnel Guayasamín se retiraron 175 árboles y se evacuaron más de 390 metros cúbicos de material, mientras que en la avenida De los Conquistadores se retiraron 48 especies y en la Simón Bolívar otros 72.

El equipo técnico de la Epmmop determinó que el suelo en esas zonas presenta mayor inestabilidad por los incendios forestales, lo que mantiene un alto riesgo de deslizamientos y caída de árboles.
Para Benavides es vital fortalecer ese suelo con una reforestación agresiva con especies nativas, además de un monitoreo constante y también educar en temas ambientales a la comunidad.
Por su parte, Carrillo señala que si bien la cifra ha crecido considerablemente, también es porque se cuenta con un mejor registro. “Antes solo iban y recogían los árboles o los vecinos no lo reportaban. En la actualidad tenemos más data, lo que nos ayuda a mejorar los procesos”, concluye.
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