Quito

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Por pedido ciudadano, tres de las lavanderías reabrieron en 2016. Ahora, a raíz de la emergencia sanitaria, estas tienen nuevos usuarios.Karina Defas

Las lavanderías públicas se resisten a desaparecer

El índice de usuarios aumentó producto de la pandemia.  Tres fueron rehabilitadas.  Un museo rescata la historia de los sitios.

De veinte a quince, de quince a nueve, de nueve a tres. Los años y el arribo de la tecnología han ido mermando un tradicional espacio del Quito de antaño: las lavanderías públicas.

Estas, repartidas a lo largo del Centro Histórico, surgieron en el siglo pasado y se convirtieron en emblemas barriales, pues a ellas acudían quienes no tenían posibilidad de lavar en casa y también lavanderas dedicadas a cuidar de la ropa ajena. Eran sitios de asamblea. “Aquí nos veíamos todas las vecinas, se organizaban solidarios, de todo”, recuerda Rosa Moreno, usuaria de La Ermita, una de las lavanderías más antiguas.

La mayoría de las lavanderías cerraron en 2014, pero reabrieron dos años después por iniciativa ciudadana. Eventualmente, pasaron a manos del Municipio, que se encargó de rehabilitar tres de ellas: La Ermita, La Magdalena y La Quiroga, con una inversión promedio de $ 70.000 por cada una.

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Pero estos espacios que parecían destinados a desaparecer han cobrado nuevo brío a raíz de la emergencia sanitaria, aumentando considerablemente su índice de usuarios.

“Hemos visto que más gente viene porque al quedarse sin trabajo han debido pensar en maneras de ganar algo de dinero, o porque han ido a vivir a sitios más baratos pero donde les cobran el agua por lavar la ropa”, dice Moreno.

Con ella concuerda Luz María Tenelanda, quien pertenece a la segunda generación de lavanderas que acuden a La Quiroga. Cobra $ 2 la docena de ropa, y en los saquillos que lleva, incluye la de numerosos vecinos. Llega a las 07:30 y culmina a las 14:00 cuando se cierran las puertas del lugar. “Las lavanderías siguen siendo necesarias, y no solo en el centro”.

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Con el fin de rescatar la memoria de estos espacios, Yaku, Museo del Agua, elaboró cortometrajes con testimonios de las lavanderas y un recorrido en La Quiroga.Angelo Chamba

Un promedio de entre sesenta y cien personas acuden semanalmente.

Miriam Chilán acude una vez por semana desde el sur. Ella escuchó sobre estos espacios recién en junio. “En la casa donde vivimos hay diez familias. Esta es la única manera de lavar sin que nos cueste”.

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Pero además de su funcionalidad, las lavanderías también se han convertido en sitios de rescate de la memoria histórica, como explicó Diana Suasnavas, jefa de Museología Educativa de Yaku Museo del Agua.

El sitio elaboró un proyecto fílmico rescatando los testimonios de usuarios de estos espacios, y creó el evento ‘Mujeres de agua’, donde además de la proyección, los visitantes recorren La Quiroga y aprenden sobre la historia del lugar.

“No hay que dejar que estos espacios mueran. No son solo de importancia comunitaria, sino vitales para la historia de Quito”, comentó. 

Un giro hacia lo moderno

El sistema de lavanderías públicas se repetía en otras parroquias del distrito y otros cantones de Pichincha. En muchos, estas desaparecieron, pero otras como Rumiñahui, se modernizaron. Ahí, el GAD de la localidad realizó una inversión con las lavanderías públicas para que estas pudieran actualizarse y adquirir máquinas. 

A través de un préstamo, financiado a una década, las mujeres tomaron el control del espacio, empezaron a cobrar por el uso del mismo y añadieron el servicio de planchado.