Quito

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Aunque no lleva un inventario, el propietario conoce cada artículo y su historia. Son dos locales que albergan cientos de objetos y antigüedades.Foto: Gustavo Guamán / Expreso

Un local en Quito revive la tradición del intercambio

Este almacén es el único que mantiene el trueque en la ciudad. Brinda una segunda oportunidad a las cosas viejas. El emprendimiento está patentado

En el corazón de Quito, donde la avenida Luis Tufiño se encuentra con el pasaje Sancho Hacho, norte de la ciudad, se esconde un refugio para los amantes de lo antiguo, lo útil y lo inesperado: El Gran Trueque.

En este lugar, el trueque, esa ancestral forma de comercio, resucita con bríos renovados, transformando lo viejo en nuevo, lo útil en necesario y la nostalgia en una emocionante aventura.

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Al traspasar el umbral de El Gran Trueque, uno se embarca en un viaje a través del tiempo y el espacio. Un laberinto de estantes que albergan una colección heterogénea de objetos que narran historias en silencio: desde adornos de cobre que alguna vez brillaron en un hogar victoriano, hasta libros que guardan la sabiduría de siglos pasados, vajillas que presenciaron festines familiares y juguetes que atestiguaron la alegría de la infancia.

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Detrás de cada artículo se esconde un pasado que se revela en las marcas del tiempo y las historias. Un presente que les da una segunda oportunidad en manos de alguien que los apreciará. Y un futuro incierto, a la espera de ser escrito por el próximo dueño.

Daniel Manosalvas, el creador de este espacio mágico, nos recibe con una sonrisa contagiosa y una pasión inquebrantable por el trueque. Para él, este intercambio ancestral es más que una simple transacción comercial. Es una filosofía de vida, una forma de dar una segunda vida a objetos que aún son útiles pero ya no tienen cabida en el espacio de sus propietarios. “Es una manera de reciclar”, afirma con convicción, mientras sus ojos se iluminan al hablar del trueque como una alternativa sostenible al consumo desmedido.

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Este lugar también almacena una gran variedad de cámaras antiguas que van desde la década de los 40 hasta la actualidad.Foto: Gustavo Guamán / Expreso

Manosalvas recuerda con entusiasmo cómo nació este proyecto hace 13 años: “A partir de una necesidad. Tenía muchas cosas embodegadas y pensé que era mejor darles una segunda vida”. Y así, lo que comenzó como un intercambio puntual de herramientas de plomería por pintura, se convirtió en un sueño hecho realidad: El Gran Trueque.

En este lugar, los curiosos encuentran tesoros escondidos: cámaras fotográficas que capturaron momentos irrepetibles, tocadiscos, radios que transmitieron noticias de antaño, armaduras medievales e incluso una cocina de estilo americano de 1850 que guarda los secretos de recetas centenarias.

Entre una miríada de vasijas y otros artículos que narran historias de tiempos pasados, destaca un libro grueso de color negro. En el centro de su portada, una cruz dorada se alza como un símbolo de fe y sabiduría. Se trata de una Biblia del año 1800, un tesoro invaluable que llegó gracias a un inesperado intercambio.

Un hombre de origen cubano, con la mirada ansiosa y el corazón rebosante de sueños, ingresó en búsqueda de una maleta y ropa para continuar su viaje hacia los Estados Unidos.

En sus manos, como único tesoro, llevaba una Biblia familiar, una reliquia que le obsequió su abuelo. Fue así que la intercambió por la maleta y la ropa que necesitaba para continuar su trayecto al norte del continente.

Más que un simple local comercial, aquí también ofrecen un servicio único: el alquiler de utilería para cine, teatro o televisión. Su amplia colección de objetos antiguos y curiosos pone a disposición de las producciones la posibilidad de crear escenarios únicos y llenos de autenticidad, transportando al público a otras épocas y realidades.

El trueque no solo es una forma de dar nueva vida a los objetos, sino también una excelente manera de ahorrar dinero.

Los clientes pueden encontrar artículos en buen estado a un precio considerablemente menor al de un producto nuevo.

Además, el regateo es una práctica habitual, lo que permite obtener ofertas aún mejores. “Si tú me das algo de $ 100, yo te entrego algo de $ 70”, explica Daniel Manosalvas. “Siempre va a ser el 30 % menos del valor que pactemos”. Una forma de conseguir un objeto valioso que invita a la negociación justa y al intercambio equitativo, sostiene.

Lo que no se puede intercambiar 

Aunque hay objetos de todas partes del mundo que han llenado el local, Daniel Manosalvas dice que las personas pueden enviar fotos de los objetos para ser evaluados y valorarlos. Cada objeto tiene un precio referencial.

Los artículos que no entran en el intercambio son tecnología obsoleta, no recibe armas, piezas arqueológicas, obras de arte, joyas o radios de carros.

La idea es recibir cosas funcionales, decorativas o con valor histórico.

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