Quito entre la luz y el rugido: La sombra de los generadores
Expertos recomiendan utilizar protectores auditivos o apps para medir los decibeles.
El bullicio habitual de las calles de Quito se ha visto silenciado por un rugido constante: el de los generadores eléctricos. La sombra de los cortes de energía ha sumido a la ciudad en una penumbra intermitente, obligando a comerciantes y empresarios a recurrir a estos aparatos como salvavidas para mantener sus negocios a flote.
Sin embargo, esta solución temporal ha traído consigo una nueva plaga: la contaminación acústica. El rugido ensordecedor de los generadores irrumpe en la tranquilidad de los quiteños, alterando su paz y poniendo en riesgo su salud.
EXPRESO se adentró en las calles de la capital para palpar de primera mano esta realidad. En la avenida 10 de Agosto, Edgar Yépez, vendedor de camisetas, lucha por hacerse oír por encima del ensordecedor sonido. “Es insoportable”, confiesa con un gesto de impotencia. “Me duele la cabeza y tengo que gritar para hablar con los clientes. No sé cuánto tiempo más voy a poder aguantar esto, pero si no vendo no puedo llevar el pan a la casa”, señala.
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Leer másA lo largo de esta concurrida avenida, en menos de una cuadra, se cuentan seis generadores rugiendo a toda potencia. La situación se repite en otros sectores de la ciudad, como La Mariscal, la Villaflora y el Centro Histórico.
En un local de ropa, la propietaria lamenta que el ruido ahuyente a los clientes. “¿A quién le va a gustar comprar en un lugar donde no se puede ni hablar?”, se pregunta con resignación. “Los clientes se van y las ventas bajan. No sé qué vamos a hacer”.
Para Luis Gavilanes, propietario de una cafetería en La Mariscal, el generador se ha convertido en un mal necesario. La elaboración de jugos y otros bocadillos requiere del uso de electrodomésticos, y los cortes de luz, que azotan este sector a las 08:00 de la mañana, en plena hora pico, lo obligaron a tomar esta decisión.
“Cuando el generador está encendido es imposible comunicarse con los clientes, pese a que está colocado sobre la vereda”, confiesa Gavilanes. “Dice que ya se acostumbró al ruido, pero al terminar la jornada un dolor de cabeza lo invade. Entre risas menciona que por la adrenalina de la atención a sus clientes no siente nada, pero al regresar a la casa es el problema”.
Consecuencias en la salud
Vanesa Pacheco, fonoaudióloga de la Universidad Central, explica que el uso prolongado de estos artefactos puede causar estrés, ansiedad y otros problemas de salud.
La cantidad de ruido que puede emitir un generador eléctrico está entre 40 decibeles (dB) y 110 dB dependiendo el generador, lo que puede ocasionar consecuencias. “El ruido genera efectos negativos en la salud de las personas y animales”, afirma la experta. “Hay muchas repercusiones no solo a nivel auditivo, a la larga ocasiona problemas de hipoacusia (baja auditiva) y también problemas de efectos no auditivos como situaciones de estrés, ansiedad y cambios de humor”.
Vanesa Pacheco
Para Gustavo Andino, comerciante de insumos odontológicos en el sector de la Universidad Central, la situación es compleja.
La adquisición de estos aparatos no es una opción viable debido a su alto costo y la escasez de combustible. “Estos generadores pueden llegar a costar hasta 1.500 dólares”, afirma, “un gasto que no puedo permitirme debido a la crisis económica tras los cortes de energía”.
Las autoridades ambientales han establecido normas claras para evitar la contaminación acústica en la ciudad.
Rosa Fonseca, directora de regularización y control ambiental de la Secretaría de Ambiente, explica que es necesario que los propietarios de los generadores tomen las medidas necesarias para minimizar su impacto ambiental.
“Lamentablemente no se esperaba esto la ciudadanía, por eso han tenido que tomar estas acciones improvisadas”, señala.
Ahora con la ayuda de la inteligencia artificial pueden utilizar aplicaciones que pueden medir los decibeles y tomar correctivos para evitar este tipo de afectaciones.
Según la normativa municipal el uso de generadores debe ir acompañado de medidas de aislamiento acústico para evitar molestias a los vecinos. Sin embargo, la realidad dista mucho de la ideal.
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